No hay fotos ni discursos para Sudán en la cumbre del G7
No debería haber guerras de primera y de segunda. Clama contra ello el valor infinito de cada víctima, sin miramientos estratégicos
Está previsto que este jueves el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, vuelva a pedir ayuda a los países más poderosos del mundo, reunidos en la cumbre del G7 en Italia. Es la segunda vez en pocos días que se reúne con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y de Francia, Emmanuel Macron. Sobre la mesa está la falta de las armas y la munición que, según alega el líder ucraniano, su país necesita para hacer frente a la invasión rusa. El conflicto de Gaza también copará las conversaciones de este encuentro, en el que por primera vez en la historia participará un Papa. Francisco acude a la sede de la cita, en Brindisi, con el objetivo de defender la firma de un marco regulador para que la inteligencia artificial esté centrada y controlada por personas; una cuestión fundamental para conservar un mínimo de humanidad en las guerras presentes y futuras.
Al concluir el G7, el foco de atención se trasladará a Lucerna (Suiza) para la Cumbre Mundial por la Paz en la que se abordará la propuesta de Zelenski. La cantidad de encuentros —con sus correspondientes fotos, discursos y promesas— centrados en su país y en Gaza estos días contrasta con el silencio de la comunidad internacional sobre la que, según Naciones Unidas, es «la peor crisis de hambre en décadas». Desde que la guerra en Sudán estalló en abril del año pasado, nueve millones de personas han tenido que huir de sus hogares dentro del país y dos se han convertido en refugiados. Las organizaciones humanitarias se las ven y se las desean para darles de comer. El Programa Mundial de Alimentos no ha podido repartir comida en la frontera entre Chad y Sudán desde hace seis semanas porque sus principales donantes —Estados Unidos, la UE y Alemania— han destinado sus fondos a Ucrania. Para la comunidad internacional no debería haber guerras de primera y de segunda. Clama contra ello el valor infinito de cada víctima, sin importar su color de piel o qué importancia geoestratégica tiene su país.