Esa cosa difícil de encontrar, que es como el diccionario define una rara avis, es exactamente lo que pueden ver en Amazon Prime con el título de Los Baxters: una serie familiar, abiertamente cristiana, que, de momento, se despliega en tres temporadas de capítulos breves que no alcanzan la media hora de duración cada uno.
Basada en los libros de Karen Kinsbury, Los Baxters es la historia de una familia a la que es imposible que le pasen más cosas en menos tiempo. Eso sí, aquí la familia y uno más, y no es un «uno más cualquiera» ni se trata de darle una pátina a la serie para que los personajes bendigan la mesa y recen de vez en cuando. Aquí Cristo está en el centro, con todo lo que eso supone. No hay trucos ni cámara oculta. Acostumbrados, como estamos por estos lares, a que la religión (la católica para más señas), sea el chivo expiatorio de casi todas las historias, uno se queda estupefacto ante una serie como esta. Es cierto que, si se animan a verla (y, sinceramente, les recomiendo que lo hagan), puede que al principio les cueste un poco sintonizar con el matrimonio Baxter y sus cinco hijos adultos porque son muy americanos (pero mucho), no son católicos (y habrá cosas que les llamen poderosamente la atención de esta cosmovisión protestante), porque el drama no da tregua (y hay veces que el drama roza el tono de culebrón de sobremesa) y porque, aunque no son perfectos, lo parecen, porque son —en general— altos, rubios y guapos.
Dicho todo esto, qué auténtica gozada que se produzcan series así, sin complejos, en las que los personajes no se dejan arrastrar por el nihilismo asfixiante que nos rodea sino que son capaces de levantar la cabeza del suelo y mirar a lo más alto. Olé por Los Baxters y ojalá que, más pronto que tarde, tengamos algo de este corte con producción católica. Ya es hora de que de lo que rebosa el corazón hable la boca y hable, también, alguna que otra serie.