El Papa pide en una carta a la Virgen el don de la paz para toda la humanidad - Alfa y Omega

El Papa pide en una carta a la Virgen el don de la paz para toda la humanidad

Exhorta en la misiva a escuchar los «gritos de terror y sufrimiento» que interpelan las conciencias de todos y a «trabajar por la paz en Europa y en el mundo»

Victoria Isabel Cardiel C.
Francisco ante la Salus populi romani. Foto: Vatican Media.

El 4 de junio de 1944 Roma estaba a punto de vivir un choque frontal entre el Ejército alemán y el de los aliados angloamericanos. Pío XII hizo un voto ante el icono de la Virgen Maria Salus Populi Romani, que según la tradición fue pintado por san Lucas y que está custodiado en la basílica de Santa María la Mayor, pidiéndole que la capital de Italia no fuera bombardeada. Y nada ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial. 80 años después, Francisco ha escrito una carta a la Virgen en que la que también le ha pedido el «don de la paz para toda la humanidad».

Para el Pontífice este 80 aniversario es una ocasión para «meditar sobre el terrible flagelo de la guerra» que sucede en varios territorios a la vez, como en Ucrania, Oriente Medio, Sudán o Myanmar. El Papa exhorta en la misiva a escuchar los «gritos de terror y sufrimiento» que interpelan las conciencias de todos y a «trabajar por la paz en Europa y en el mundo».

«No se puede ni se debe ceder a la lógica de las armas», exclama el Pontífice con convicción ocho décadas después del segundo conflicto global, que dejó la huella de la pesadilla de la devastación nazi. Sobre esta humanidad herida el Papa Francisco invoca la intercesión de Maria Salus Populi Romani, la advocación por la que siempre ha mostrado una profunda devoción, rindiéndole homenaje más de 100 veces antes y después de cada viaje apostólico o cada vez que ha pasado por el quirófano.

En la carta -remitida a Baldassarre Reina, vicegerente de la diócesis de Roma- Francisco se muestra «espiritualmente unido» a las celebraciones de la diócesis de Roma y renueva «la devoción» al icono de la Virgen que «desde hace siglos viva en el corazón de los romanos».

El Papa recuerda cómo los romanos se dirigieron para presentar súplicas e invocaciones, «especialmente durante las pestes, las calamidades naturales y las guerras». Lo mismo sucedió en 1944 cuando miles de personas, entre creyentes y sacerdotes, quisieron encomendarse a la Salus Populi Romani pronunciando un voto público en la iglesia de San Ignacio de Loyola, adonde había sido trasladado el icono mariano, para que la ciudad se librara de la furia de la guerra.

Este fue, en efecto, el caso de las tropas aliadas que, ya a última hora de la tarde, entraron en Roma sin encontrar la menor resistencia por parte de los alemanes, que abandonaron la ciudad por el norte. Fue un hecho sorprendente que movió a las multitudes al día siguiente, 5 de junio, a la plaza de San Pedro, donde Pío XII dijo: «Con indecible gratitud veneramos a la Santísima Madre de Dios y Madre nuestra, María, que ha añadido al título y a las glorias de la Salus Populi Romani una nueva prueba de su bondad maternal, que permanecerá en perpetuo recuerdo en los anales de la Urbe».

El recuerdo de aquel acontecimiento «tan lleno de significado» es para el Papa «una ocasión de oración por los que perdieron la vida en la Segunda Guerra Mundial y de renovada meditación sobre el tremendo azote de la guerra». «Demasiados conflictos en diversas partes del mundo siguen abiertos hoy», subraya Francisco. «Pienso, en particular, en la atormentada Ucrania, en Palestina e Israel, en Sudán, en Myanmar, donde todavía resuenan las armas y se sigue derramando más sangre humana. Son dramas que afectan a innumerables víctimas inocentes, cuyos gritos de terror y sufrimiento interpelan las conciencias de todos: ¡no se puede ni se debe ceder a la lógica de las armas!».

El Pontífice también recuerda el llamamiento que hizo san Pablo VI en la ONU cuando, 20 años después del final de la Segunda Guerra Mundial, en 1965, se preguntó: «¿Llegará algún día el mundo a cambiar la mentalidad particularista y guerrera que hasta ahora ha tejido gran parte de su historia?». Esta cuestión «espera todavía una respuesta», dice; pero sobre todo «estimula a todos a trabajar concretamente en favor de la paz en Europa y en todo el mundo».

Así asegura que la paz es un «don de Dios, que debe encontrar también hoy corazones dispuestos a acogerla y a trabajar para ser constructores de reconciliación y testigos de esperanza». En la carta, el Santo Padre afirma que puede ser «constructor de paz quien la posee en sí mismo y, con valentía y mansedumbre, se compromete a crear vínculos, a establecer relaciones entre las personas, a suavizar las tensiones en la familia, en el trabajo, en la escuela, entre los amigos».

Al final del texto, el Pontífice incluye una oración a la Virgen para que «obtenga para toda la humanidad el don de la concordia y de la paz». El Papa confía «al pueblo de Roma, especialmente a los ancianos, los enfermos, los que están solos y los que tienen dificultades, a la intercesión maternal de María Salus Populi Romani».