Francisco: «El caos político no se cura si no curamos primero nuestro caos interno»
El Papa comienza un nuevo ciclo de catequesis dedicado a la acción del Espíritu Santo en la Iglesia. «Es Él el que hace que el mundo pase de la confusión a algo bello y ordenado», afirma
«Con esta catequesis comenzamos un ciclo de reflexiones con el tema El Espíritu y la esposa». Así ha comenzado el Papa Francisco su intervención durante la audiencia general de este miércoles. Durante las próximas semanas «no haremos arqueología bíblica», sino que iremos descubriendo a través de la Sagrada Escritura «que lo que se da como promesa en el Antiguo Testamento se ha realizado plenamente en Cristo».
«Siguiendo el camino del sol desde el amanecer hasta el mediodía», el Santo Padre se ha fijado en los dos primeros versículos de toda la Biblia, con los que comienza el libro del Génesis: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra estaba informe y desierta, y las tinieblas cubrían el abismo, y el Espíritu de Dios aleteaba por encima de las aguas».
Al comentar este pasaje, Francisco ha señalado que «el Espíritu de Dios se nos presenta aquí como el poder misterioso que hace que el mundo pase de su estado inicial informe, desierto y sombrío a su estado ordenado y armonioso». En otras palabras, es el Espíritu el que hace que el mundo pase «del caos al cosmos, de la confusión a algo bello y ordenado».
Este concepto resuena asimismo en el Nuevo Testamento, donde se describe la acción del Espíritu Santo «utilizando precisamente las imágenes que leemos en relación con el origen del mundo: la paloma que se cierne sobre las aguas del Jordán en el Bautismo de Jesús; y Jesús en el Cenáculo soplando sobre los discípulos y dándoles el Espíritu Santo al igual que al principio Dios sopló su aliento sobre Adán».
Al finalizar la audiencia general, el Papa se ha referido al «gran corrimiento de tierras acaecido en Papúa-Nueva Guinea», y ha manifestado «mi cercanía espiritual a las personas afectadas de un pueblo que visitaré próximamente en el mes de septiembre».
También se ha acordado, como todos los miércoles, de la «martirizada Ucrania», donde niños y niñas «que han padecido todo tipo de problemas físicos por la guerra tienen que aprender de nuevo a caminar y moverse, y han perdido la sonrisa. Es muy feo cuando un niño pierde su sonrisa».
«Recemos también por los niños de Palestina e Israel», ha concluido, exclamando: «Que termine la guerra». Y no se ha olvidado de citar también a Myanmar y a «tantos países en guerra en los que los niños sufren. Pidamos al Señor que esté cerca de todos ellos, y recemos por la paz».
Más adelante en la Escritura, el apóstol Pablo introduce un nuevo elemento en esta relación entre el Espíritu Santo y la creación, al hablar de un universo que «gime y sufre como con dolores de parto». «Esta es una realidad que nos concierne de cerca y de forma dramática», ha dicho el Papa, para quien «esto sigue siendo tan cierto hoy como entonces». En este sentido, «vemos los estragos que la humanidad ha causado y sigue causando en la creación, especialmente en la parte de ella que tiene mayor capacidad para explotar sus recursos».
Para el Papa, «una salida nos la muestra san Francisco de Asís: el camino de la contemplación y la alabanza». Recuperando las palabras de la liturgia eucarística ha recordado que «los cielos y la tierra están llenos de tu gloria». Así, la creación «está, por así decirlo, grávida de esta gloria, pero necesita las manos de una buena comadrona para dar a luz esta alabanza suya».
Todo ello se concreta en «anteponer la alegría de contemplar a la alegría de poseer», pues el Espíritu de Dios, que en el principio transformó el caos en cosmos, «está trabajando para llevar a cabo esta transformación en cada persona». «Nuestro corazón se parece a aquel abismo desierto y oscuro de los primeros versículos del Génesis», ha abundado Francisco, porque en él se agitan «sentimientos y deseos opuestos: los de la carne y los del espíritu». Por este motivo, «existe un caos externo, social y político, y un caos interno dentro de cada uno de nosotros». Pero «el primero no puede curarse si no empezamos a curar el segundo», y esto sucede «deseando experimentar el Espíritu Creador», ha finalizado.