«Cuando la situación cambie…», y parece que no lo hace. Todo es más y más difícil, más y más caro. Como los discípulos, estamos «encerrados». También, en cierto modo, por miedo. Encierros en un área, en una enfermedad, en una limitación, en una carencia…. Miedo a estas personas, que por medio de la violencia y el abuso de un poder que se han auto otorgado, van sembrando el terror en cada zona que conquistan.
¿Puedes venir, Señor? ¿Puedes ponerte en medio de todo esto y darnos tu paz?
Necesitamos el Espíritu que rompa paredes, los muros de corazones obstinados, que no son capaces de ver el sufrimiento y el dolor de quien tienen a su lado. Necesitamos del Espíritu que nos lleva a hablar un lenguaje común, ese idioma de fraternidad, de bien común.
Necesitamos de tu Espíritu de valentía, tu Espíritu de audacia para salir afuera y denunciar tanta injusticia que acaba con la vida.
Y esperamos. Esperamos esa brisa en las horas de fuego que vivimos. Tú Señor, hablas a través de la historia, Tú te vales de cada persona que desea construir Reino y hacer este mundo posible. Tú sabes que nuestra fe está en Ti.
Se habla, y esperamos ese grupo de apoyo internacional para que establezcan algo de seguridad por aquí. Para que se abran los caminos y pueda llegar, a cada rincón arrinconado de este país, esperanza, ánimo y sosiego, en medicamentos, comida, posibilidad de desplazamiento…
Esperamos Señor, y sabemos que no lo hacemos solos, que Tú estás con nosotros.