¿Con qué autoridad haces esto? - Alfa y Omega

¿Con qué autoridad haces esto?

Sábado. San Justino, mártir / Marcos 11, 27-33

Carlos Pérez Laporta
Ilustración: Freepik.

Evangelio: Marcos 11, 27-33

En aquel tiempo, Jesús y los discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras este paseaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos y le decían:

«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad para hacer esto?». Jesús les respondió:

«Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os diré con qué autoridad hago esto: El bautismo de Juan ¿era del cielo o de los hombres? Contestadme».

Se pusieron a deliberar:

«Si decimos que es del cielo, dirá: “¿Y por qué no le habéis creído?” ¿Pero cómo vamos a decir que es de los hombres?». (Temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta).

Y respondieron a Jesús:

«No sabemos».

Jesús les replicó:

«Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».

Comentario

«Los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos» —los que ostentaban el poder— preguntan a Jesús por el origen de su autoridad. Pero no les interesaba la verdad; pues la autoridad de Jesús consiste en revelar la verdad. Ellos querían seguir gestionando la religión, porque el poder parece más útil que la verdad. La verdad libera a la gente, y la libertad es peligrosa, porque es falible. Ellos, a diferencia de Dios, prefieren que no haya verdad ni libertad con tal de que no se produzcan errores: «lo importante —dice el Gran Inquisidor de Dostoyevski a Cristo— no es la libertad ni el amor, sino el misterio, el impenetrable misterio. Y nosotros tenemos derecho a predicarles a los hombres que deben someterse a él sin razonar, aun contra los dictados de su conciencia. Y eso es lo que hemos hecho. Hemos corregido tu obra; la hemos basado en el “milagro”, el “misterio” y la “autoridad”. Y los hombres se han congratulado de verse de nuevo conducidos como un rebaño y libres, por fin, del don funesto que tantos sufrimientos les ha causado. Di, ¿hemos hecho bien? ¿Se nos puede acusar de no amar a la Humanidad? ¿No somos nosotros los únicos que tenemos conciencia de su flaqueza; nosotros que, en atención a su fragilidad, la hemos autorizado hasta para pecar, con tal que nos pida permiso?» (Los hermanos Karamazov).

Por eso, sus preguntas no pretenden alcanzar la verdad. No están comprometidos ni preocupados por ella. Tampoco se quieren comprometer con la respuesta. No quieren cambiar. Así que Jesús trata de sacar su impostura a la luz con la pregunta sobre el bautismo del Juan. Ellos «temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta»: «Si decimos que es del cielo, dirá: “¿Y por qué no le habéis creído?”. ¿Pero cómo vamos a decir que es de los hombres?».