Concluye la asamblea de CONFER: «Somos servidores, el que manda es el Espíritu»
Concluye la Asamblea General de los religiosos españoles con una llamada a repensar la relación entre autoridad y obediencia. «Solo pueden mandar personas vivas y maduras», han constatado
«Tan solo puede mandar quien antes ha liberado su libertad, entregándola por amor a una causa mayor». Con estas palabras de Jesús Díaz Sariego y Lourdes Perramon, presidente y vicepresidenta de CONFER, ha concluido este jueves la asamblea general de la institución que ha tenido lugar estos días en Madrid, en la que los superiores y superioras españoles han debatido sobre el lema ¿Quién manda aquí? Corresponsabilidad y obediencia.
En su discurso de clausura, han formulado como respuesta que «más allá de debatir sobre quién manda, como si de distribuir poderes se tratase, tenemos que saber responder al cómo se manda, es decir, cuáles son los dinamismos que sí o sí han de ponerse en juego para el ejercicio de la autoridad». De este modo, los religiosos «tenemos un voto de obediencia» que en su perspectiva creyente «es elegido libremente al acoger y asumir la consagración». En esta línea, la obediencia religiosa «es ante todo disponibilidad, un modo de asumir la ofrenda como eje unificador de la existencia».
Por otra parte, la autoridad supone que «tan solo puede mandar quien antes ha liberado su libertad por amor a una causa mayor», han señalado Díaz Sariego y Perramon. Por eso, antes los superiores y superioras de los religiosos han constatado «lo desafiante que resulta ser fieles a ese querer de Dios, sin dejarnos ofuscar por otros quereres personales, vínculos o incluso miedos que nos paralicen».
Para alcanzar un buen equilibrio «se requieren tiempos de cuidado personal, de interioridad y de necesario autoconocimiento», para luego crear una vida comunitaria «llamada a repensar los espacios comunes, llenarlos de contenido y oxigenarse cuando se interactúa hacia fuera». Así, «pueden mandar personas vivas y maduras», han indicado los religiosos, siempre «en una corresponsabilidad genere comunión».
Todo ello permitirá «que nuestras vidas, nuestro hacer y nuestras palabras hablen de que quien manda es el Espíritu», y a partir de esta premisa «nos sabemos colaboradores, servidores y disponibles a un proyecto de Dios que nos supera y trasciende».