Los contemplativos no solo necesitan dinero, también formación y oración
Más allá de lo material, para la vida en clausura es crucial mantener el acompañamiento por parte de la Iglesia, el cuidado de la vida espiritual y un punto de encuentro con los laicos
«Es muy difícil conocer la vida contemplativa y no enamorarse de ella», opina Sonia Barbosa, miembro del patronato de Fundación DeClausura. Su organización lleva desde 2015 ayudando a los monasterios a sostenerse económicamente facilitando la venta de sus productos artesanales. Es laica y tiene cuatro hijos, pero considera que «todos estamos llamados a tener una vida contemplativa» aunque no sea dentro de un convento. Para apoyo de quienes sí viven entre sus muros, este domingo 26 de mayo se celebra la Jornada Pro Orantibus.
Según Barbosa, «a menudo los laicos estamos más pendientes de las necesidades materiales» de monjes y monjas que ellos mismos, quienes tienen voto de pobreza y «viven de la providencia». «A veces los visitas y es cuando te das cuenta de que se les está cayendo el tejado o necesitan un horno», bromea. Lejos de las comodidades que a cualquiera parecerían irrenunciables, los consagrados suelen expresar otras necesidades como el acompañamiento, ya sea espiritual o psicológico. A través de su fundación, esta laica llama periódicamente a 654 conventos para identificar qué les hace falta. Normalmente no piden dinero, sino «oraciones para que haya más vocaciones». Además, para hacer al mundo partícipe de su existencia, ella trata de «dar a conocer la vida contemplativa» a través de iniciativas como Encuentro en torno al claustro, una videoconferencia mensual donde monjes que no son de clausura total explican su día a los laicos.
Hace unas semanas, Barbosa entregó en mano el Premio DeClausura 2024 a Juan Carlos Ortega, director de CLAUNE (Claustros Necesitados), por el apoyo psicológico y espiritual que ofrece este instituto pontificio a los cenobios. Creado en 1951 por miembros de Acción Católica, antaño se centraba en las emergencias materiales de la vida consagrada, una gran bolsa de pobreza en la España de posguerra. 73 años después, compagina la asistencia económica con la oferta a través de internet de cursos como Psicología y vida consagrada, «reservado únicamente» para monjes y monjas, aunque mucho más frecuentado por ellas.
Ortega explica que la preocupación por la salud mental es «un gran esfuerzo que se ha hecho en los últimos años por sugerencia de la Santa Sede». Impartido por «psicólogos y psiquiatras profesionales» y con absoluta discreción sobre quién consulta las lecciones y quién no, el curso busca que quienes lo siguen «se conozcan a sí mismos y las dinámicas psicológicas que se dan en la vida en comunidad». Procura así promover relaciones sanas «entre iguales y con los superiores». Y, según las valoraciones que le han llegado a Ortega, a muchos consagrados la formación «nos ha abierto los ojos» para evitar los abusos de poder.
El acceso a internet gracias a la adquisición por parte de CLAUNE de equipos informáticos para las comunidades permite amortiguar la escasez de sacerdotes, cada día con más dificultades para repartirse por los cenobios. Así, el instituto pontificio ofrece también un retiro espiritual mensual a 230 comunidades que antaño acudían a los casetes, hoy desmagnetizados. «Muchos conventos ni siquiera tienen ya reproductores», revela Ortega.
Elías Royón, vicario episcopal para la Vida Consagrada en la archidiócesis de Madrid, explica que este acompañamiento telemático debe complementarse con lo presencial y, uno de ellos especialmente intenso, aunque solo suceda una vez al año: la visita canónica del obispo. En ella no solo «revisa las cuentas y nombra a confesores y capellanes», sino que «los religiosos tienen la posibilidad de expresarse con toda libertad». Otra herramienta imprescindible es la visita del presidente federal, que «informa a la Santa Sede» de lo que ha visto, «deja por escrito sus advertencias» y puede conocer en mayor profundidad lo que sucede porque, a diferencia del prelado, «vive con ellos dos o tres días».
Estos cuidados pueden servir para prevenir, tal y como denunció el vicario episcopal de Vida Consagrada de Vitoria, el potencial «abuso de autoridad y de conciencia» que, a su juicio, ha sucedido en la comunidad de clarisas en Belorado que se han acercado a la Pía Uníon de San Pablo (una secta, según los especialistas) y anunciaron su salida, en palabras de su superiora, «de la Iglesia conciliar».
A la espera de una vuelta al sentido común, sus hermanas en España y Portugal ya les dijeron el pasado domingo que, si «reconocen su error», «manifestamos nuestra disponibilidad para acogerlas nuevamente».