El mundo debe ir muy mal
El Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2024 ha reconocido la labor de la viñetista y cineasta Marjane Satrapi por las mujeres iraníes, desde su ya clásico Persépolis hasta su reciente Mujer Vida Libertad
El mundo debe de ir fatal si le dan el Princesa de Asturias a Marjane Satrapi. No lo digo yo, ¡es que lo ha dicho ella! Hace casi un cuarto de siglo publicó Persépolis, un cómic en un característico estilo de viñetas con grandes masas de tinta negra que los expertos consideran una obra maestra del género. Cuenta con una mirada sencilla —lo sencillo es lo contrario de lo simple— cómo una niña (ella) vivió la Revolución islámica en su Irán natal en 1979. Dicen los críticos que es una conjugación notable de la alta cultura y la cultura pop. Su posición entonces, hija de una familia de la élite progresista del país, le ayudó a tomar conciencia de su privilegio y su responsabilidad. Un retrato de su madre sin velo en una manifestación apareció en las portadas de medio mundo. La niña se hacía preguntas que era difícil responder en un régimen teocrático. Vivió de cerca la guerra contra Irak. Con 14 años la enviaron al Liceo Francés de Viena a completar sus estudios. Volvió a Teherán para cursar Bellas Artes, pero pronto se marchó a Francia. Persépolis termina con una frase de su madre: «Esta vez, Marji, te vas para siempre. Eres una mujer libre. El Irán de hoy no es para ti. ¡Te prohíbo volver!». Y no ha vuelto.
En su lugar, ha desarrollado en Europa una importante carrera artística de esas que se suelen llamar «comprometidas». Ha seguido dibujando —Bordados (2003) y Pollo con ciruelas (2006)— y ha hecho películas —Las voces (2014) y Radioactiva (2020)— con rasgos comunes: hablan de mujeres y hablan a su país. A finales de 2023, después de un largo periodo en el que «no le apetecía» hacer cómics, coordinó Mujer Vida Libertad, una obra colectiva en la que participan también los grandes nombres españoles del género, Patricia Bolaños y Paco Roca, que cuenta la historia de Mahsa Amini, muerta el año anterior en Irán bajo custodia policial —de la Policía de la Moral, concretamente— después de haber sido detenida por no llevar bien colocado el velo.
Es difícil saber si el Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2024 se le concede a la trayectoria de Satrapi, a su ya clásico Persépolis, a esta última obra o a su compromiso con la lucha de las mujeres iraníes. Cualquiera de ellos sería un buen motivo. Satrapi, además de valiente, parece una mujer divertidísima. Apareció fumando en la videoconferencia de la rueda de prensa y soltó unas cuantas perlas, como eso de que «si alguien como yo recibe este premio es que el mundo debe ir muy mal, porque no soy ni supersimpática ni supertolerante» o aquello de que le daría un bofetón a Josep Borrell a cuenta de unas declaraciones en las que no se mostraba partidario de considerar grupo terrorista a la Guardia Revolucionaria Islámica.
Quizá lo más sintomático sea el rechazo de la izquierda —de cierta izquierda, diría un columnista conservador— a la figura y los ideales de Marjane Satrapi. «No nos apoyan ni la izquierda ni las feministas en Occidente porque se les ha metido en la cabeza que islamismo y musulmanes son lo mismo», le explicó en un reportaje reciente al corresponsal de El País en Francia después de echar con cajas destempladas al fotógrafo porque no le gusta que la retraten. Considera que lo que vive Irán en los últimos dos años es la primera revolución feminista de la historia, los últimos compases del régimen y, confía, por primera vez en años, en poder regresar.