Avanzan los meses y seguimos en pleno tiempo pascual, ocasión de renovar nuestra fe en el Resucitado, cuyos mensajes se refieren a la esperanza, la alegría, a no tener miedo, a proclamar que Él está vivo y no debemos buscarle entre los muertos. Sin embargo, en nuestro mundo hay demasiados escenarios de muerte, violencia, heridas. Falta el mínimo respeto a la vida humana mientras nos preocupamos de mejorar la casa común. Y hay que hacerlo, es impostergable; pero el centro de la creación es la persona y es muy triste y doloroso ver el poco valor que le reconocemos.
Deseamos seguir apostando como personas de fe y miembros activos en la iglesia, por el camino sinodal, que va teniendo nuevas y diversas manifestaciones. Grupos, comunidades, diócesis, diversos colectivos, siguen haciendo llegar sus aportaciones a la Secretaría General del Sínodo, todo ello de cara a la Asamblea general de octubre 2024. También se está organizando un encuentro con el título Párrocos por el Sínodo. Acudirán en número de 300 de todo el mundo, del 28 de abril al 2 de mayo, para reflexionar juntos y compartir las buenas prácticas realizadas que servirán de impulso para la Asamblea próxima.
Y así, entre luces y sombras, pero también con muchas oportunidades, seguimos adelante, porque la sinodalidad ha venido para quedarse: es nuestra identidad como miembros de la Iglesia y deseamos que arraigue y madure para vivir más a la escucha del Espíritu que de las propias ideas. Continuamos en este ritmo sinodal, juntos, inclusivos, no dejando a nadie fuera, acompasando el necesario ritmo para incorporar al camino a todas las personas que lo desean. Me expresa muy bien León Felipe en sus versos con los que termino esta nota: «Voy con las riendas tensas y refrenando el vuelo, / porque no es lo que importa llegar solo ni pronto, / sino llegar con todos y a tiempo».