El mundo mira de frente a la crisis en Sudán
La ONU ha recaudado más de 2.000 millones de euros para el plan de respuesta a una de las peores crisis humanitarias del mundo, con más de 25 millones de personas que necesitan ayuda
Llegan exhaustos y hambrientos, ellas quizá también violadas, pero pronto se dan cuenta de que la anhelada ayuda humanitaria todavía no existe. El centro de tránsito de Renk, en el estado del Alto Nilo de Sudán del Sur, se ha convertido en un limbo desangelado para las decenas de miles de personas que han huido de la guerra desatada hace un año en Sudán, el país vecino del que se separó en 2011. En este descampado, con charcos de aguas fecales malolientes por todas partes, los refugios se improvisan con cuatro palos y una tela vieja. Pero la mayoría no tiene ni un techo bajo el que cobijarse. Y eso que hasta aquí solo llegan los afortunados, como este niño de camiseta amarilla que no sabe si volverá a pisar la escuela. Joda —que dista 57 kilómetros de Renk— es el punto de entrada a Sudán del Sur, que a finales de año celebrará elecciones y que lucha contra sus propios fantasmas, implementando un acuerdo de paz a largo plazo. Muchos desplazados siguen allí agolpados, esperando a que se les saque en camiones destartalados.
«Hay agua estancada y contaminada. La falta de higiene es un peligro para la salud. En mayo del año pasado ni todas las ONG juntas teníamos capacidad suficiente para ofrecer jabones para todos», asegura Paula Casado Aguirregabiria, del Servicio Jesuita a Refugiados, presente también en la frontera de Sudán con Chad, otro embudo insalubre para los desplazados. Ahora están «un poco mejor» que hace unos meses, cuando solo podían proveer con siete litros de agua potable al día por persona para lavarse, cocinar y beber. La organización humanitaria fundada por el jesuita Pedro Arrupe es la única en todo el campo —donde se hacinan unas 30.000 personas— que cuenta con un fisioterapeuta y una psicóloga. «Es imposible llevar a más profesionales porque no hay dinero», lamenta.
- Casi cuatro millones de niños desnutridos y 19 millones sin escolarizar.
- El mayor número de desplazados internos del mundo. Más de ocho millones de personas se han visto obligadas a abandonar su hogar.
- Colapso de los servicios de salud: más del 80 % de los hospitales han sido destruidos y están fuera de servicio.
- De los casi dos millones de sudaneses que han huido del país, el 37 % se ha refugiado en Chad, el 30 % en Sudán del Sur y el 25 % en Egipto, según la Organización Internacional de las Migraciones (OIM).
La guerra civil, que arrancó hace ahora un año con el enfrentamiento entre el Ejército nacional —dirigido por el general Abdel Fattah Al-Burhan— y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés) —del general Hamdan Dagalo, alias Hemedti—, ha desencadenado una emergencia humanitaria de dimensiones épicas con unos 25 millones de personas, más de la mitad de la población, que necesitan ayuda urgente.
Sobre el terreno, el principal obstáculo es la falta de fondos. Los sudaneses nunca tendrán un titular en los periódicos: «Sudán no sale en la televisión. Los conflictos en Ucrania y en Palestina han acaparado, hasta ahora, todas las donaciones». Pero para desbloquear este colapso, el pasado lunes se celebró una reunión de alto nivel en París, con la participación de representantes de 58 países que lograron recaudar más de 2.000 millones de euros para tratar de ahuyentar la hambruna que estaba a punto de ser declarada y poner en pie la atención sanitaria. La ONU pide en total 2.500 millones para responder a una de las crisis humanitarias más graves del mundo. Hasta ahora solo había logrado financiar el 6 % de esa cantidad.
Aunque la realidad es que el país está en llamas y hacer entrar la ayuda no es fácil. Además de la «falta general de garantías de seguridad» para los operadores humanitarios, las partes beligerantes han impuesto duras «trabas burocráticas y logísticas», incide Casado Aguirregabiria.
El principal foco del terror está en Darfur. El último estudio publicado por ACLED, una ONG especializada en el análisis de conflictos, dibuja un panorama aterrador de la brutalidad del bando de las RSF en esa región, donde la limpieza étnica avanza sin freno. En particular contra los miembros del grupo no árabe Massalit. Además, la violencia sexual se usa como arma de guerra por miembros de la milicia bajo las órdenes militares de Dagalo.
En los últimos meses el conflicto se ha extendido hacia el sur. «La falta de un Gobierno estable en Sudán del Sur ha contribuido a que el Ejército pierda el control de algunas áreas», asegura Gabriel Yai Kuol Arop, el director ejecutivo de Cáritas en ese país, que arrastra una inseguridad alimentaria crónica tras casi una década de conflictos internos, por lo que cualquier mecha puede prender nuevamente. Además, lamenta que cuanto más dure el conflicto de sus vecinos más difícil será para el país más joven del mundo integrar a los refugiados que llegan en masa. «Ya hay dificultades para que estas personas accedan a los servicios básicos», incide.
Doce meses de guerra después, los pasos diplomáticos para frenar la hemorragia de muerte que ha dejado un reguero de más de 23.000 cadáveres han sido, de momento, nulos.