Nunca he sido especialmente proclive a la literatura eminentemente femenina; no he sentido atracción por las emociones compartidas o el comadreo de una forma similar de entender el mundo y los sentimientos. Hasta ahora. Tres libros han llegado a mi mesilla en los que es el amor, con todas sus derivadas, el eje de las narraciones. En ninguno de ellos hay estructura definida; no hay personajes con grandes gestas ni ese suspense tan agradable que te hace beberte las páginas de una buena historia bien contada. Lo que hay son reflexiones. Decepciones. Deseos. Anhelos. Grietas. El mayor desgarro empieza con Vista Chinesa, de Tatiana Salem Levy. Libros del Asteroide ha editado una carta de una mujer violada a sus dos hijos. No evade ni un solo detalle de aquel día que subió a hacer deporte a un mirador famoso de Río de Janeiro y regresó a casa siendo otra persona. O lo que quedó de ella. El asco, el miedo a mirarse al espejo, la vergüenza frente a su familia, el deseo de olvidar, contado con la verdad de quien se sabe poseedora de la misma. Salem cuenta la historia real de su mejor amiga, y esta, lejos de amilanarse, pide que en el epílogo aparezca su nombre real.
Piedras en el bolsillo, de Kaouther Adimi, también editado por la joya que es Libros del Asteroide, es otro texto embriagador. Narrado con una maestría inaudita, sufrimos con la protagonista el drama de ser una joven emigrada de su Argelia natal a la gran y fría ciudad de París y de cómo tiene que enfrentarse a volver a casa a la boda de su hermana. Y la decepción de su madre porque vuelve sola. Sin marido. Sin el objetivo único para el que debe existir una mujer, según su progenitora. El contraste entre culturas y formas de vida; la marca indeleble que deja no decepcionar a los padres. El sambenito que las mujeres han de existir por y para un cónyuge.
Finalizo mi recorrido por las letras femeninas con Milena Busquets y Las palabras justas, de Anagrama. Un diario, un año, jornada a jornada, y los pensamientos que brotan de sus dedos, que en ocasiones nos describen a todas. En otras entendemos quién es la autora. El oficio de escritora, el temor al compromiso, el amor por los hijos por encima de todo. La inspiración. «Es la única voz que importa en el arte, la voz de Dios. O la oyes o no la oyes». Estas tres mujeres tienen los oídos atentos.