El Vaticano aboga por «descolonizar» la cooperación con los países pobres
Czerny insiste en que urge «reducir la asimetría de poder que se produce en la práctica de la cooperación entre donantes y receptores»
En septiembre del 2022, el Papa reestructuró la Fundación Populorum Progressio erigida por san Juan Pablo II, tres décadas antes, en 1992, para promover el desarrollo integral de las comunidades de campesinos más pobres de América Latina y, en su lugar, creó un fondo con el mismo nombre. El objetivo de la reforma era reforzar los vínculos con las Iglesias locales para hacer más eficaces los programas de desarrollo en las comunidades indígenas y afrodescendientes sumidas en la miseria y que los pobres dejaran de verse como receptores de caridad.
Con esa misma meta en el horizonte, el prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, el cardenal Michael Czerny, ha subrayado la necesidad de «descolonizar la cooperación» y «reducir la asimetría de poder que se produce en la práctica de la cooperación entre donantes y receptores».
En un videomensaje dirigido a los participantes del encuentro con instituciones y organismos de ayuda a la Iglesia de América Latina que concluye este jueves 7 de marzo en Bogotá (Colombia), Czerny ha insistido en promover «la lógica de la comunión» que debe prevalecer sobre la lógica «filantrópica». En este sentido, ha asegurado que se deben privilegiar «los procesos por encima de los proyectos, lo que finalmente ayudará a generar una mayor transparencia en la toma de decisiones y los procesos relacionados con la rendición de cuentas».
También ha explicado que el Fondo Populorum Progressio, que cumplirá dos años en septiembre, aplica los principios de solidaridad que busca superar la «fragmentación y la desarticulación», centrándose en procesos, programas y proyectos que fomenten «la transparencia en las decisiones y la rendición de cuentas».
Para el cardenal Czerny, este encuentro con instituciones y organismos de ayuda de la Iglesia de América Latina muestra el gran compromiso por una Iglesia cada vez más «sinodal y cercana», que además se realiza en un contexto caracterizado por los efectos que sufre el mundo entero «tras la pandemia de la COVID-19 y los conflictos prolongados» que, junto a las nuevas guerras, generan en millones de personas «una agonía profunda desde el punto de vista material, como una fuerte desesperanza porque no encuentran una salida individual, mucho menos comunitaria».