A falta de fuentes históricas fiables, la tradición considera que santa Escolástica, hermana de san Benito, al que acompañó durante toda su vida monástica, nació en Nursia (Italia) alrededor del año 480. Una Italia que en aquellas fechas acababa de ser invadida por los bárbaros.
Un día, san Benito partió hacia Roma, con el objetivo de conocer la cultura clásica; durante un tiempo nada se supo de él, hasta que un día Escolástica, que había ingresado en una comunidad religiosa, oyó hablar de su hermano: éste era ermitaño que vivía en el monte, entregado a la oración y al ayuno. Al cabo de unos años, se le localizó en el monasterio de Monte Cassino, donde redactaba una regla de vida monacal que, con el tiempo, se extendería por toda Europa.
Los dos hermanos mantenían interminables conversaciones sobre las verdades de Cristo. Cierto día, que santa Escolástica adivinó que iba ser el último en el que ambos iban a coincidir, pidió a su hermano rezar toda la noche. Cuanta la tradición que San Benito vio descender el alma de su hermana hasta Dios en forma de paloma. Era el año 543.