Francisco pide a los jueces del Vaticano ser valientes ante la corrupción
El Papa los ha llamado a sancionar con dureza los comportamientos «graves y escandalosos, aún más cuando suceden en el ámbito de la comunidad cristiana»
La valentía, «que unida a la fortaleza asegura la constancia en la búsqueda del bien», no es una característica «reservada solo para los héroes». En su lugar, el Papa la ha definido como «un rasgo regalado y potenciado en el encuentro con Cristo, como fruto de la acción del Espíritu Santo, que cualquiera puede recibir si lo invoca», en su discurso durante la mañana del 2 de marzo a los jueces que lo han visitado en el Palacio Apostólico. Han acudido allí para inaugurar el 95 año judicial del Tribunal del Estado de la Ciudad del Vaticano.
Debido a los aún persistentes problemas de respiración de Francisco, ha sido Filippo Ciampanelli quien ha pronunciado su discurso. Este sacerdote, oficial de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, ya ha leído varios textos papales a lo largo de la semana.
En el texto el Pontífice recalca que la valentía «contiene una fuerza humilde que se apoya sobre la fe y la cercanía a Dios». Y se expresa de manera especial en «la capacidad de actuar con paciencia y perseverancia, rechazando los condicionamientos internos y externos que impiden la realización del bien». A su juicio, «esta valentía desorienta a los corruptos y los arrincona, con su corazón cerrado y endurecido».
El Papa advierte de que, «incluso en las sociedades bien organizadas, reguladas y apoyadas por las instituciones», sigue siendo necesaria «la valentía personal para afrontar las situaciones». «Sin esta audacia se corre el riesgo de caer en la resignación y se acaban cometiendo tanto grandes como pequeños abusos», señala. Matiza que las personas que procuran ser valientes «no buscan su protagonismo sino la solidaridad con los hermanos y hermanas que sufren el peso del miedo y la debilidad».
Aplicando esta reflexión al ámbito de trabajo de sus visitantes, Francisco reivindica que la valentía, «al igual que las virtudes de la prudencia y la justicia» deben ser siempre guiadas por la caridad y la templanza. Y ha recalcado que, cuando se aplica bien, «hacer justicia es siempre un acto de caridad, una ocasión para la corrección fraterna que intenta ayudar al otro a reconocer sus errores». Algo especialmente importante y que según el Papa hay que aplicar sin fisuras cuando «emergen y deben ser sancionados comportamientos especialmente graves y escandalosos, aún más cuando suceden en el ámbito de la comunidad cristiana».