El otro día, en una quedada con jóvenes en la parroquia de Alcuéscar, uno de ellos, bastante alejado de la Iglesia, me preguntaba: «Padre Fer, ¿cómo puedo saber yo si tengo vocación?». Dediqué un tiempo a explicarle cómo podía descubrir que Dios le estaba llamando a una vida más entregada en algún carisma o como sacerdote secular. Esto me hizo pensar cómo es nuestra pastoral vocacional.
Siempre recuerdo a san Juan Pablo II en una jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, cuando nos invitaba a que no tuviéramos miedo ni complejos a proponerles a nuestros jóvenes más alejados la vocación a la vida religiosa, a invitarlos a visitar nuestros noviciados y a pasar unos días con nuestros novicios. Como responsable de la Pastoral Vocacional en mi instituto religioso pienso que no hacemos bien el trabajo. Creo que este mes de febrero, en el que hemos celebrado la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, es el momento de que reflexionemos. Ordinariamente planteamos la pastoral vocacional como selección divina entre los cercanos: se hace la propuesta a los jóvenes de nuestros grupos. Pero es extraño hacerla a quien se encuentra lejos. Y creo que estos jóvenes también nos necesitan.
Viendo el Evangelio, descubrimos que Jesús presenta un paradigma pastoral diferente. ¿Qué fue si no la llamada a Leví? Jesús se aproximó a quien estaba alejado de la religión y del nacionalismo judío, lo miró fijamente y lo interpeló imperativamente: «¡Sígueme!». Extrañamente la reacción de Leví fue inmediata, radical: «Se levantó y, dejándolo todo, lo siguió». Era probablemente un hombre sin preparación, un analfabeto religioso. En su buena voluntad y agradecimiento no se le ocurrió otra cosa que agasajar a Jesús y despedirse de los suyos organizando una gran fiesta. La reacción del grupo religioso fue muy crítica. Jesús salió en defensa de su actitud: comer y beber con los enfermos pecadores los sana y a Leví lo sitúa en un auténtico camino vocacional.
Cuando echamos en falta nuevas vocaciones, pocas veces nos atrevemos a fijar nuestra mirada en quienes no forman parte de nuestro sistema. ¡Para esto se necesita mucha fe! Tal vez por aquí encontremos un camino de nueva evangelización. Jesús busca la oveja perdida, mientras que nosotros a veces la damos ya por perdida. ¿Por qué no pensar la pastoral vocacional también en esta clave? En el mundo de las periferias hay jóvenes llamados.