La estrella de Radio María
Especialmente a partir de los años 80 y 90, uno escuchaba a García o a Iñaki más que a la emisora en la que estuvieran. Ellos eran el centro de la comunicación radiofónica. Pero este no ha sido nunca el modelo de la radio de la Virgen. Ella es, sobre todo, cristocéntrica
El Espíritu Santo es creativo. Igual que ahora ha soplado con fuerza para impulsar a Hakuna como instrumento de evangelización adaptado al corazón de los jóvenes, hace 25 años propició la aparición de Radio María España. Y no es la única coincidencia entre ambos fenómenos. El grupo Hakuna no está formado por una banda de integrantes fijos, sino que decenas de jóvenes van interpretando el repertorio en función de dónde sea el concierto. Porque lo importante no es quién cante la canción, sino lo que Dios hace con ella en el corazón de quien la escucha. Y algo parecido ocurre con la radio de la Virgen. Los que nos dedicamos a este medio—y al periodismo en general— debemos luchar siempre contra la tentación de pensar que lo importante somos nosotros y no lo que decimos y, sobre todo, a quién se lo decimos. Especialmente a partir de los años 80 y 90, la radio española estaba protagonizada por una serie de estrellas sobre las que giraba toda la programación. Uno escuchaba a García o a Iñaki más que a la emisora en la que estuvieran. Ellos eran el centro de la comunicación radiofónica. Aunque con matices, ese modelo pervive en la actualidad. Pero no en Radio María. No lo ha sido nunca. Basta mirar esta foto de un grupo de los primeros voluntarios que hacían programas en 1999. Ni siquiera hay un micrófono para cada uno de ellos. Y en el centro de la mesa no está su ego, sino una Biblia. La radio de María es, sobre todo, cristocéntrica. Él es la única estrella. Los voluntarios que colaboran en los programas lo hacen no para encontrarse a ellos mismos, sino para que otros se encuentren con Dios. Más allá de las dificultades técnicas, de cómo año a año va sobreviviendo gracias a las aportaciones de los oyentes, el auténtico éxito de esta radio sin personalismos es el número incalculable de conversiones que ha cosechado, de vidas cambiadas. El padre Luis Fernando de Prada, director de la emisora, puede dar fe de los cientos de cartas y llamadas que reciben a diario agradeciendo la compañía, el aliento, la formación y la esperanza que ofrece a millones de oyentes que, ajenos al Estudio General de Medios y de todo tipo de métricas mundanas, siguen cada día sus emisiones. La supervivencia de Radio María es, en sí misma, un milagro. El Señor le da a su radio el pan de cada día, y así todos los que formamos parte, de una u otra manera, de esa gran familia, sabemos que es obra suya. Las velas de este cumpleaños son todas las horas de El Catecismo, de Solo Dios: el hermano Rafael, de Sexto continente, de Rompiendo moldes, de Buscadores de la verdad y de tantos y tantos programas que en este cuarto de siglo han salido del corazón sencillo de laicos y consagrados. Personas que han entregado lo mejor de su tiempo porque saben que Él es la única estrella que merece la pena seguir.