Manuel tiene la vida más o menos resuelta. Sabe de qué va todo, está de vuelta. Es un reconocido crítico culinario de Buenos Aires, condición que muchos considerarían una bendición; pero hasta de las realidades más excelsas nos hastiamos. Manuel, decíamos, parece tener la vida resuelta… aunque en el fondo es un castillo de naipes sostenido casi exclusivamente por su asistenta, Celsa, y por un grupo de amigos que le compran sus cuadros para salir al paso de sus penurias económicas. Hasta que sucede el imprevisto. Hasta que, en el crepúsculo de la vida, Manuel ve cómo se derrumba todo a su alrededor cuando muere súbitamente Celsa y tiene que aprender a vivir de nuevo: a hacer la compra, a pagar con tarjeta, a preparar su comida… Y el espectador ve desplegarse ante sus ojos una realidad que machaconamente nos enseña la vida: un imprevisto es la única esperanza. Lo que nos saca de nuestra comodidad, del piloto automático, lo que nos obliga a salir de nosotros y de la pobre vida que somos capaces de darnos. Porque el espectador de Nada (Disney+) se ha divertido en ese primer capítulo con la retranca y el cinismo de Manuel, pero no deja de reconocer la pobreza de esa vida. El imprevisto no es solo la muerte de Celsa, sino la irrupción de Antonia, una chica inmigrante que envía una amiga de Manuel para ayudarle; para ayudarse entre ellos, porque Antonia es un desastre que necesita el dinero pero nunca ha ejercido de ama de casa. Y sucede el milagro. Los esquemas de Manuel saltan por los aires. La molestia de Antonia se convierte en un regalo de vida; sus amistades cobran un sentido más profundo. Y el libro que le había encargado su editorial, con ultimátum interpuesto, se convierte en ocasión para entender lo que le está pasando y, de paso, en una oportunidad para traer a Buenos Aires a su amigo Vincent: un sorprendente Robert de Niro en el papel de escritor de prestigio y que ejerce de narrador de los cinco maravillosos capítulos de esta serie que se ve del tirón. En buena medida por la actuación de Luis Brandoni, que sostiene cada diálogo, cada escena, en ese delicioso dialecto argentino que es como la guinda de este maravilloso menú de estrella Michelin.