El horror, cuando viste pantalón corto y calza zapatos de la talla 20, es un dolor al cuadrado que preferimos no ver
No hace tanto, un par de meses quizá, el cadáver de un niño llamado Aylan se convirtió en portada de todos los diarios nacionales e internacionales. Aquel cuerpo diminuto que el mar había devuelto casi…
No hace tanto, un par de meses quizá, el cadáver de un niño llamado Aylan se convirtió en portada de todos los diarios nacionales e internacionales. Aquel cuerpo diminuto que el mar había devuelto casi con delicadeza a la orilla era la instantánea definitiva para ilustrar la crisis de refugiados que llamaba a las puertas de Europa.
Este sábado, 39 personas perdían la vida y sus cuerpos aparecían en la costa del pueblo turco de Bademli. Había niños. Hay fotos. Pero ya no son portada. La actualidad es inconmovible y prefiere la renovación.
Y hay más motivos por los que el drama de los refugiados ha pasado de moda: las imágenes del dolor saturan. Una vez vende; muchas, provoca rechazo. El horror, cuando viste pantalón corto y calza zapatos de la talla 20, es un dolor al cuadrado que preferimos no ver. Ante la tragedia que se entierra en ataúd blanco volvemos la cara, porque es el sufrimiento más difícil –si es que alguno es fácil– de entender. «El sufrimiento del inocente –escuché decir una vez– es lo que descuadra todo». Con ese todo se referían a la fe, al creer de corazón que hay un Dios que nos piensa y nos ama. Cada sacerdote tendrá su forma de explicar el quid de la cuestión, de hablar de la libertad del ser humano y de la condición a veces trágica del mundo, pero me contaron la historia de uno que habló de la libreta. Imaginaria o de papel, da igual, recomendaba apuntar en ella todas esas preguntas para las que no tenemos respuesta, «y, ya en el cielo, preguntarlas todas».
Era, quizá, su forma de decir que no encontraremos respuestas, pero que, de una forma que no entendemos, Dios estaba, está, a pesar de la tragedia… y en medio de ella. Que Él sí sabe quién era este niño al que nosotros no nos hemos molestado en poner nombre.