Esta semana ha sido noticia la muerte del mítico futbolista Franz Beckenbauer, una leyenda de la selección alemana y del Bayern de Múnich. Por los años en los que jugó apenas tengo ningún recuerdo de él, pero su extraordinario palmarés como futbolista y el liderazgo que ejerció posteriormente como entrenador y presidente del conjunto bávaro lo catapultan al olimpo de las estrellas del balompié.
Su fallecimiento me ha traído a la memoria un jueves de Comisión Permanente del Consejo de Estado de hace ya unos años, donde los consejeros Landelino Lavilla y Miguel Herrero de Miñón defendían posturas bien distintas acerca de la cuestión objeto de examen. Tenía sentado a mi lado a Pedro Sainz Boixareu quien, como el resto de letrados, deleitaba con el exquisito debate que estábamos presenciando. Entonces Pedro me susurró: «Esto es como ver un partido de fútbol entre Alemania y Brasil: la solidez de Lavilla-Beckenbauer, frente a la magia de Herrero-Pelé».
La comparación no podía ser más afortunada. Pocos jugadores en la historia del fútbol han irrumpido con tanta seguridad y calidad como la que tenía el defensa germano, siendo siempre determinante en la construcción del juego de su equipo. Esa misma determinación y firmeza, con finura, antología y erudición, proyectaba Landelino en sus disquisiciones, no impidiendo, sin embargo, reconocer en el rival dialéctico, en ese caso en Miguel Herrero, otro brillante modo de lucir sus juicios, respetando el otro ángulo de la verdad. Ambos, como en la comparación de Boixareu, con Beckenbauer y Pelé, invocaban sus argumentos a través de un radical diferente estilo, pero concurriendo en los dos, al mismo nivel, respeto, diálogo, razonamiento, trabajo infatigable hacia la verdad y hacia la concepción del derecho como ciencia y, sobre todo, profunda admiración mutua intelectual. El fallecimiento de Beckenbauer deja un enorme vacío en la élite de las figuras del fútbol, como lo dejó Landelino, difícil de suplir en la realidad jurídica e intelectual de España y cuya trayectoria ejemplar seguimos echando en falta.