Mucho más que una cena
La Navidad tiene que ver con esto: dar gratis lo que hemos recibido gratis, que es el Amor infinito encarnado en un Niño recién nacido. Por cierto, en esta convocatoria de Te invito a cenar hay unos cuantos. El misterio del Nacimiento, hoy y siempre, hace nuevas todas las cosas
No es un tópico decir lo importante que es una cena. Lo que para muchos en estos días puede significar pereza, nostalgia, un desembolso importante o una rutina, para otros supone un auténtico regalo, un tiempo de evadirse, de sentirse amados, cuidados y acompañados. Este el objetivo de Te invito a cenar, que el 23 de diciembre celebró su undécima edición en el Mirador de Cuatro Vientos bajo el auspicio de las ocho organizaciones que forman la Compañía de las Obras. Familias inmigrantes, madres solteras, toxicómanos, refugiados, reclusos o personas sin hogar son convidados a una cena elaborada por algunos de los mejores chefs del país —más de 20, y cada año son más— donde además de una exclusiva oferta gastronómica, compuesta por hasta 14 tapas selectas y un menú adaptado también a las necesidades de los más enfermos, hay sorpresas y regalos.
Una imagen, entre tantas, llama especialmente mi atención. En una de las mesas un señor da de comer a otro que tiene su cuerpo casi completamente paralizado. Los pómulos afilados y los ojos cansados del primero son los de un hombre enfermo, pero su gesto es de alegría. Está en una de las mesas destinadas a los internos de las Misioneras de la Caridad en Madrid, que recogen a los más pobres entre los pobres para cuidarles, en muchos casos, en su recta final. La mayoría procede de una vida rota por la droga y la calle y se encuentra en un estadio avanzado de sida. A esta veintena de comensales los traen voluntarios de Comunión y Liberación que cada sábado van a echar una mano con el aseo o el desayuno. Y, aunque algunos han recuperado el vínculo con su familia, esta es casi la única que tienen. Por eso, esta cena es una fiesta, una oportunidad para vestirse de gala y sentirse especiales.
La mesa 42 es la de los reclusos. Para ellos, aunque sea durante unas horas, la cena es un encuentro con amigos y una ocasión para recuperar mucho del calor y el cariño perdidos entre rejas. Porque «esto es lo que vivimos aquí: una acogida, un reencuentro», repite hasta la saciedad Lázaro García, un bailarín cubano retirado por las consecuencias de la esclerosis múltiple, que ha llegado directamente desde el hospital. Está sentado junto a un grupo de personas que, como él, reciben ayuda habitualmente de los miembros de la Asociación Bocatas, a los que siente como parte de su familia. Aunque es un regalo cenar así, lo de menos es la comida. Lo más grande, dice, es compartirla. «Y celebrar que es Navidad, con lo que eso significa para un cubano» —aunque lleve casi 30 años fuera de su país—.
Erika, con 21 años, es otra de las habituales en Te invito a cenar. Viene con su madre y sus cuatro hermanos desde que tenía 10 y, aunque este año su madre no ha podido asistir porque está enferma, la mesa se ha ampliado con nuevas incorporaciones a la familia. Con ellos se sientan Pablo Llano, director general de CESAL, y su acompañante, dos de los principales promotores de una iniciativa que lo que ha buscado desde el principio es celebrar la esperanza de la Navidad con las personas a las que acompañan todo el año con bolsas de comida, ropa, cuidado y tiempo. Empezaron con un banquete para unos 200 invitados y, en una década, la cifra se ha multiplicado por cinco. También son más cada año los voluntarios —hasta 300 en esta ocasión— que se afanan en preparar, organizar, servir y acompañar a los más de 1.000 comensales, además de costear una parte de la cena para que los demás la disfruten.
Porque la Navidad tiene que ver con esto: dar gratis lo que hemos recibido gratis, que es el Amor infinito encarnado en un Niño recién nacido. Por cierto, en esta convocatoria hay unos cuantos. El misterio del Nacimiento, hoy y siempre, hace nuevas todas las cosas.