Francisco pide a la Oficina del Auditor General «crear salvaguardas» para prevenir la corrupción
La Oficina del Auditor General es un ente creado en 2014 para una mayor transparencia de las cuentas vaticanas y es una de sus principales autoridades anticorrupción
El Papa Francisco se ha reunido en la mañana del 11 de diciembre con los empleados de la Oficina del Auditor General. Es un ente vaticano nacido en 2014 a través del motu proprio Fidelis dispensator et prudens, «con el que quería lanzar algunas reformas económicas, en continuidad con la labor ya iniciada por el Papa Benedicto XVI», les ha recordado al saludarles. Con la publicación el 19 de marzo de 2022 de la constitución apostólica Praedicate Evangelium, el Papa ha considerado que «sus funciones han quedado mejor delimitadas».
Francisco les ha señalado los tres valores que deben caracterizar a su labor. El primero es la independencia, pues la Oficina del Auditor General «no depende jerárquicamente de otros organismos». «Esto, sin embargo, lejos de significar arbitrariedad, implica la responsabilidad de una actuación siempre bien meditada e inspirada en el más alto principio de caridad», les ha advertido. Una caridad que implica practicar la «corrección fraterna», «incluso cuando sea necesario señalar prácticas contables y administrativas no conformes con las normas y situaciones a corregir». Y les ha llamado a colaborar con el resto de dicasterios, «en particular con los organismos económicos, evitando competiciones que pueden convertirse fácilmente en rivalidad».
La segunda característica que Francisco ha señalado a la Oficina del Auditor General es «la atención a las prácticas internacionales». «Es importante promover la aplicación de las mejores de ellas», para favorecer «la equidad y alinearse con el resto de la comunidad internacional; siempre, claro está, que las normas no contradigan las enseñanzas de la Iglesia», ha recalcado.
Y la tercera, la profesionalidad, una virtud que reconoce en estos empleados por su «considerable experiencia profesional, adquirida en importantes organizaciones». Les ha agradecido «poner todo esto al servicio de la Santa Sede» y la inversión previa que cada uno ha hecho para formarse. «Yo diría que es una verdadera obligación moral mantenerse al corriente de la evolución continua de las numerosas y complejas normas que rigen la auditoría», ha añadido.
Evitar «que la corrupción se materialice»
El Papa ha recodado a los empleados de la Oficina del Auditor General que, desde 2016, cuando el Vaticano se unió a la Convención de Mérida, este ente es una de las principales autoridades anticorrupción del Estado. «Ciertamente, quienes trabajan en la Santa Sede y en el Estado de la Ciudad del Vaticano lo hacen lo hacen con fidelidad y honestidad, pero el señuelo de la corrupción es tan peligroso que debemos estar muy atentos», ha advertido.
A su vez les ha agradecido tanto su «firmeza» como su «misericordiosa discreción». «Sin perjuicio de la necesidad de absoluta transparencia en toda actuación, los escándalos sirven más para llenar las páginas de los periódicos que para corregir en profundidad conductas», ha lamentado. Y les ha solicitado su ayuda para «ayudar a los responsables de la administración de los bienes de la Santa Sede» y «crear salvaguardas que puedan evitar que la propia insidia de la corrupción se materialice».
Finalmente ha agradecido a algunos de ellos su compromiso social y caritativo, pues varios empleados de este ente realizan voluntariado en comedores de Cáritas. «Es algo hermoso. Os digo: hacedlo con el corazón abierto, con sencillez y gratuidad, y encontrad tiempo para hablar con estas personas y escuchar sus historias», les ha recomendado. «A menudo te encuentras con personas que necesitan amistad, pero están solas y muchas veces una sonrisa y una palabra valen más que un plato de pasta», ha concluido.