Inculturizador de la fe
Julián Marías, inculturización de la fe ha sido el tema del Curso de verano organizado este verano por la Universidad Católica de Valencia en Santander. Un año más, el curso contó con la participación de monseñor Carlos Osoro, que tuvo a su cargo la primera ponencia, sobre Julián Marías y el cristianismo. Escribe José Luis Sánchez García, Vicerrector de Extensión Universitaria y Cultural de la Universidad Católica de Valencia
Julián Marías, filósofo, nacido en Valladolid en 1914, pertenece a la llamada Escuela de Madrid, donde estudió con maestros de la talla de Ortega y Gasset (de quien fue discípulo), Zubiri, Gaos o Morente, entre otros. Julián Marías tiene auténticos tratados filosóficos, como el de la razón y, sobre todo, su Antropología Metafísica. Su obra completa es muy extensa, ya que casi hasta el final de su vida nos sorprendía con nuevas obras.
Desde la circunstancia, elabora la teoría empírica de la vida humana, construyendo una serie de categorías filosóficas que se constituyen a partir de la idea de Yo soy yo y mis circunstancias. Éstas son: el cuerpo, parte del mundo, vectorial, separable en cuanto cosa; la sensibilidad desde donde descubro, y que nos descubre los sentidos que tienen jerarquía; la instalación, que nos permite vivir y proyectar desde eso que ya estaba haciendo; la condición sexuada como una de sus formas radicales de instalación; la estructura vectorial de la vida, proyectándome en diversas direcciones y con intensidad; el rostro humano en su función de representante de todo el cuerpo; la figura viril, la figura de la mujer y su conexión con la razón vital, ya que es la vida la que da razón de la realidad; la condición amorosa en la que convergen casi todas las categorías; el enamoramiento supone que la persona de la que estoy enamorado se convierte en mi proyecto; el temple de la vida modula la instalación; el tiempo humano como una categoría de la estructura empírica; la felicidad, imposible necesario, la vida es perpetuo, inexorable descontento; el carácter futurizo, el cual hace que su realidad se le presente como programa; la mortalidad, estrechamente unida a la idea de amor. Lo que soy es mortal, pero quien soy consiste en pretender ser inmortal; finalmente, la vida perdurable, que permite imaginar y vislumbrar el más allá desde el más acá. Una estructura abierta, proyectiva, que no tiene por qué cesar, porque no hay motivo para que deje de proyectar.
En estas categorías, desde una filosofía interior, se muestra no sólo el deseo de Dios antropológico, sino la posibilidad clara desde el concepto de razón, aprehensión de la realidad en su conexión, de poder hablar de Dios, amén de la inculturación de la fe, que hace -en el concepto de creación y en el concepto de persona, con una estructura genial de elementos- más orden.
El amor en Julián Marías
El amor para Marías es central en estas categorías. Quien te ha dado el ser tiene que tener incluidos todos los elementos que hay en el hombre: razón, amor, sentido de la estética, etc. La materia, protones y electrones, no lo tiene, luego no puede ser origen del hombre. Así, y con respecto al amor, en la medida en que se ama, se necesita seguir viviendo, o volver a vivir después de la muerte, para seguir amando. Frente a la inmortalidad, se plantea Marías: ¿No sucederá que en épocas donde la capacidad amorosa decae, en que el nivel amoroso es bajo, se produce automáticamente un descenso del deseo de inmortalidad, de la pretensión de perdurar? En el amor arraiga el ansia de inmortalidad, pues es en él, donde el instinto de perpetuación vence y subyuga al de conservación.
La creación
En cuanto a la creación, «la aparición de una persona es la de una realidad nueva e irreductible: precisamente lo que entendemos por creación. Advertía que la dificultad es que siempre se ha partido de Dios para entender la creación, y Dios no es patente, no está disponible, no podemos partir de Él, sino buscarlo. Lo evidente es el resultado de la creación, la criatura, innovación radical de realidad, que antes no existía, pero que ahora aparece como una realidad absolutamente nueva, irreductible a toda otra, incluso a la del posible Creador. Esto es lo que entendemos por persona». Respecto a este tema, y siguiendo a santo Tomás, para poder hablar de un creador, antes hay que poder mostrar una creación ex novo (nueva) y ex nihilo (de la nada).
Finalmente, la articulación del quién y el qué es el problema de la vida personal. Lo que el niño es, es un organismo biológico, un ser vivo que sale del vientre de su madre, que ha sido engendrado, que procede del padre y de la madre. Y en la realidad del cuerpo de ese niño intervienen el oxígeno, el hidrógeno, el fósforo y el carbono. Eso es lo que el niño es, lo que es. Y, por tanto, es derivable, y se deriva del padre, de la madre, de los antepasados y del cosmos físico. Sí, pero quién es, esto es una cosa distinta. Tenemos dos, el padre y la madre; cuando el niño nace, es un tercero absolutamente distinto, irreductible al padre y a la madre y a todo lo demás. Absolutamente irreductible.