Covadonga se llena de arte y devoción
Más de 130 piezas de arte, orfebrería y donaciones copan las dos salas del nuevo proyecto museístico a las faldas de la patrona de Asturias
Son las cuatro de la tarde y la bruma va envolviendo el escondite asturiano, en las estribaciones de los Picos de Europa. La vegetación es generosa, alimentada por ese interminable caudal de agua que rodea el enclave. Es un día lluvioso y gris, lo que no limita a algunos fieles, peregrinos y curiosos para sortear charcos y barro y adentrarse en la cueva de La Santina, indeleble recordatorio de la rebelión cristiana liderada por Don Pelayo y de la Madre que cuida a sus hijos. Trece siglos de devoción mariana lo avalan. Aquí, en este contexto de espiritualidad, el pasado viernes, 1 de diciembre, se abrieron las puertas del nuevo Museo del Real Sitio de Covadonga, proyecto promovido por el Arzobispado de Oviedo y rehabilitado y reformado con el mecenazgo de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson. El edificio que lo alberga es el Hostal Favila, inaugurado en 1931 para ofrecer alojamiento a los peregrinos a los pies de la Virgen. De la devoción a la contemplación, el lugar de recogida se convirtió en espacio de belleza.
Tras cruzar la puerta un ambiente cálido, hogareño, en penumbra y luz, acoge al visitante. La museografía, moderna, y la accesibilidad facilitan la comprensión y el disfrute de las obras a todo tipo de público, «con el objetivo de contribuir al conocimiento del devenir histórico de un santuario mariano imprescindible para comprender los orígenes de la nación española», como explica el doctor Vidal de la Madrid, responsable junto a la doctora Yayoi Kawamura del proyecto museológico, del discurso y de la selección de piezas.
Un total de 133 obras entre pinturas, esculturas, dibujos y artes decorativas pueblan las dos plantas del renovado museo. La bienvenida la da el conjunto de 17 retratos de una serie sobre los reyes de España, propiedad del Museo del Prado. Entre ellos, dos mujeres, Ermesinda, hija de Pelayo, y Adosinda, ambas equiparadas al resto de la realeza. No podía faltar, como atracción principal, el lienzo de Don Pelayo, rey de Asturias, de Luis de Madrazo. Encargado en 1853, representa al guerrero con la espada todavía recogida, ligeramente desenfundada y cruz en mano, presto a la batalla.
Otro de los grandes reclamos de este renovado museo es la ingente selección de obras de orfebrería expuestas. Destacan dos coronas, cálices y custodia del taller del asturiano Félix Granda, orfebre y sacerdote que dedicó su vida a la elaboración de obras del ámbito sacro. La tiara elaborada en 1918 con ocasión de la coronación canónica de la Virgen de Covadonga y la corona para la imagen de Jesús Niño llaman la atención poderosamente.
Políticos, altos mandos militares, cargos eclesiásticos… nadie quiso perderse la inauguración del nuevo museo la tarde del 1 de diciembre. El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, fue el encargado de descubrir la placa que recordará ese día en el que arte, naturaleza y religiosidad se fundieron en la montaña asturiana. «No son las musas las que inspiran este museo, sino el talento de los artistas que volcaron en sus obras su mirada enamorada, su fe piadosa y la diligencia de abades que supieron custodiar este paraje singular», aseguró Montes durante su discurso. El proyecto recoge «disciplinas diversas con su propio itinerario pedagógico para que estos elementos den su propio testimonio, porque el arte también sabe hablar, y habla aquí en asturiano».
La segunda planta se encuentra poblada de donaciones, los exvotos de particulares para dar gracias a María por su intercesión. Destacan la casulla elaborada a partir del terno donado por la reina Bárbara de Braganza a mediados del siglo XVIII y las piezas obsequiadas al santuario por el príncipe de Asturias en 1858. También se exponen obras escultóricas barrocas singulares, como un Crucificado de marfil de la primera mitad del siglo XVIII perteneciente a la escuela hispano-filipina o un san Miguel Arcángel del siglo XVIII, dotado de un asombroso dinamismo.
Rompen la parte histórica la primera obra invitada del museo, La batalla de Covadonga, de Augusto Ferrer-Dalmau, cedida por el Ayuntamiento de Cangas de Onís con motivo de la inauguración y que estará expuesta hasta el 1 de junio, y el díptico con la reproducción a escala real del anverso y reverso de la Cruz de la Victoria, custodiada en la Cámara Santa de la catedral de Oviedo junto a otras reliquias. Las fotografías, de espectacular nitidez, son obra de Santiago Relanzón.