Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas - Alfa y Omega

Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas

Sábado de la 1a semana de Adviento / Mateo 9, 35-10, 1. 5a. 6-8

Carlos Pérez Laporta
Ilustración: Freepik.

Evangelio: Mateo 9, 35-10, 1. 5a. 6-8

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el Evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.

Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Entonces dice a sus discípulos:

«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies». Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia.

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:

«Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis».

Comentario

«Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas». Lo más sorprendente de Jesús no son los milagros, sino el espacio infinito de su corazón: todas sus obras nacen de su permanente compasión; esto es, de su capacidad de padecer con todos los hombre que encuentra. Ninguna vida le es ajena. Ama a todos, y experimenta en cada encuentro que daría la vida por cada uno de las personas que conoce. Con ello nos demuestra que no estuvo nunca lejos de nosotros, pues su corazón sufría por cada vida creada. Desde toda la eternidad quiso venir a nosotros. Su deseo siempre es el de entrar en todas las vidas personalmente, en la carne, para que nadie pueda tener un sólo instante la sensación de haber sido abandonado, «como ovejas que no tienen pastor». Y sigue queriendo venir a cada vida, por medio de su Iglesia: «rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies. […] Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis». Se nota en sus palabras una urgencia por acelerar su llegada, como si su padecimiento por nosotros le llenase de impaciencia.

Por eso, nos dio también a María en este tiempo. María es un anticipo de su amor. María es el signo privilegiado que Dios nos ha regalado para que conozcamos con certeza su amor. En el amor de María podemos experimentar el amor eterno con que Dios nos ama. María es como un sacramento del amor divino.