Daniel Arias Aranda: «Hay universitarios que tienen dificultades para sumar quebrados»
Tras 25 años de docencia, lo más grave del sistema actual, según este profesor, es que en la universidad ya no se enseña. Así de contundente se muestra en su libro Querido alumno, te estamos engañando, nacido de una reflexión suya que se hizo viral
¿Por qué cree que el universitario está siendo engañado?
Creo que todo esto viene motivado por las diferentes legislaciones educativas. Son leyes, especialmente la reciente, que han ido encaminadas a que el alumno pueda pasar de curso incluso con uno o dos suspensos en el caso de secundaria. Permitir que los estudiantes avancen sin tener los conocimientos supone que lleguen a la universidad con un nivel de preparación mucho más bajo del que se tenía hace 10 o 15 años. De esta manera, lo que estamos haciendo en todo el sistema educativo es engañarles haciéndoles creer que están más preparados de lo que realmente están.
¿Son menos brillantes entonces los alumnos?
Exactamente no es que sean menos brillantes, es que vienen peor preparados. Por ejemplo, en las facultades de Ciencias Económicas y Empresariales hay profesores de Matemáticas que están dando cursos cero, que antes no existían, formando en materias como cálculo, geometría o analítica, que deberían haberse dado en Bachillerato, para llegar al nivel exigible hace años en la universidad. Hay casos, que recojo en el libro, de alumnos que tienen dificultades para sumar quebrados e incluso desconocen qué es una derivada o una integral. Hace unos años esto era básico.
Y, sin embargo, paradójicamente, hay cada vez más acumulación de títulos. Se exige al alumno varios grados, másteres…
La cuestión es que, ciertamente, esa menor preparación de los alumnos está llegando al mercado laboral. Las empresas se están dando cuenta y, por una cuestión de productividad, van a buscar a personas que tengan más formación. Y, por lo tanto, esta infracualificación que está surgiendo en la universidad se está supliendo con una inflación de títulos. ¿Qué tenemos entonces? Un chaval que se ha pasado un montón de años estudiando muchas cosas, pero con un grado de especialización que no es el adecuado para acceder al mercado laboral. Es ahí donde está el engaño y una de las razones por las que se ha escrito el libro: por la cantidad de testimonios brutales que he recibido, no solo de profesores, sino también de empresarios y responsables de recursos humanos que me dicen, incluso, que hay gente que viene a la entrevista de trabajo con su padre, lo que muestra esa falta de madurez de la que hablamos.
Sin embargo, la universidad, en su origen, tampoco ha tenido esa finalidad utilitarista. El profesor Nuccio Ordine, premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, en su libro La utilidad de lo inútil denuncia precisamente esa conversión de la universidad más en una empresa, en vez de ser un centro de transmisión de saberes. ¿Cómo adaptarse al mercado y, a la vez, no perder su esencia?
La universidad puede ser un espacio de ciencia, investigación y humanidades fantástico, pero un 90 % de los alumnos que tenemos quieren formarse para acceder a un empleo. Y, por lo tanto, prácticamente en todas las asignaturas de cualquier titulación, podría decirte que los profesores hemos de tener las competencias para intentar garantizar que el alumno sea capaz de enfrentarse a una entrevista de trabajo o para plantearse la creación de su propia empresa.
La cuestión es que nuestro sistema universitario es muy poco innovador en comparación con el de otros países europeos. Es una universidad del siglo XXI construida sobre estructuras del siglo XIX, con un exceso de burocratización que supone que, a la hora de actualizar una titulación, los trámites nos puedan llevar meses, incluso a veces años. Y eso no solo afecta al profesorado —que nos pasamos la vida haciendo papeleos—, sino también al alumnado.
Habla en su libro también de las deficiencias de la EvAU.
Los números de lo que antes era nuestra selectividad, que ahora tiene diferentes nombres y 17 modelos, hablan por sí solos. Estamos hablando de que, en la última convocatoria, el 94 % de los alumnos que se presentaron la aprobaron; lo que significa que no sería una prueba de selección, sino un mero trámite. Además, si el techo está en 14 puntos, pero es fácil llegar a 12 o a 13 no siendo necesariamente brillante, se acaba generando mucha desmotivación entre los que lo son de verdad y, al final, en mi opinión, no se cumple con el objetivo para el cual fue creada la universidad, que sería seleccionar a la élite intelectual. Algo por lo que he sido muy criticado, como si hablar de brillantez fuera hablar de élite económica.
¿Hacia dónde debería caminar la universidad, desde su punto de vista?
Creo, en primer lugar, que debería haber una mayor atención a los alumnos brillantes. No voy a decir superdotados, sino aquellos que están por encima de la media, y no gastar tantísimo tiempo y atención con el alumno mediocre dando mil vueltas para ver si le apruebas. En segundo lugar, flexibilizar las pasarelas de diferentes titulaciones dentro de la universidad para permitir que el alumno cambie si descubre que se ha equivocado. Y la tercera, fundamentalísima, es la internacionalización del profesorado, en este momento muy limitada por la misma burocracia de la que hablamos. Frente al 60 % de internacionalización de Estados Unidos, Reino Unido o Alemania, en España contamos con poco más de un 5 %, salvo alguna universidad.
Daniel Arias Aranda
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