El Papa en su audiencia: «En los ambientes secularizados el cristiano puede fortalecer la fe»
Francisco ha elogiado el ejemplo de Madeleine Delbrêl, una mística francesa que evangelizó a los pobres y marxistas a las afueras de París
En su ciclo de catequesis dedicadas al celo apostólico, el Papa se ha detenido en la venerable Madeleine Delbrêl, nacida en Francia en 1904, «asistente social, escritora y mística que vivió más de 30 años en la periferia pobre y obrera de París». Vivió una adolescencia agnóstica hasta que en torno a los 20 años se convirtió por el testimonio de algunos amigos creyentes. Estos despertaron en ella una sed que reconoció haber siempre vivido y que llega a describir en su libro Deslumbrada por Dios. Correspondencia 1910-1941 como un «vacío que gritaba en su angustia».
Tras su conversión, «la alegría de la fe la llevó a madurar una elección de vida dedicada por completo a Dios». Pasó muchos años compartiendo lo que tenía con quienes llamaba «la gente de la calle». En su libro, El humor en el amor. Meditaciones y poemas, explica que hizo esa apuesta por lo vulnerables «incluso cuando nuestra pereza nos suplica descansar» porque Jesús la empujaba a hacerlo y la mantenía en pie. En su texto llega a hablar de la «espiritualidad de la bicicleta», un término que ha hecho sonreír a Francisco durante su audiencia y que la venerable explica así: «Nos has elegido para estar en un extraño equilibrio, un equilibrio que solo puede mantenerse en movimiento, con el impulso. Podemos decir que avanzamos hacia delante por un impulso de caridad».
«Con el corazón constantemente en salida», ha dicho Francisco sobre la francesa, «Madeleine se dejó interpelar por el grito de los pobres y de los no creyentes, que interpretaba como un desafío para despertar el anhelo misionero en la Iglesia». Y ha elogiado de ella que «sentía que la fe no puede reducirse a un dato hereditario, a algo que se da por supuesto». El Papa ha advertido de que, de caer en esa tentación, «no se puede captar su belleza y su novedad, y no se puede sintonizar con la experiencia de los no creyentes».
Francisco ha elogiado la sabiduría y la experiencia de vida de Madeleine Delbrêl, quien vivió muchos años en un barrio marxista de la periferia parisina. «Allí se convenció de que los ambientes ateos o secularizados son los lugares en los que precisamente donde se debe luchar y el cristiano puede fortalecer la fe que Jesús le ha regalado». Y ha puesto como ejemplo su «testimonio evangélico» para que «también nosotros aprendemos que en cada situación y circunstancias personales o sociales de nuestra vida, el Señor está presente y nos llama a habitar nuestro tiempo, a compartir la vida de los demás, a mezclarnos con las alegrías y las penas del mundo». Francisco incluso ha señalado que «los ambientes secularizados son útiles para la conversión, porque el contacto con los no creyentes provoca en el creyente una continua revisión de su modo de creer» y una invitación «a redescubrir la fe en su esencialidad». El Papa ha concluido su recuerdo sobre esta venerable citando una frase de su libro Nosotros de la calle, en la que presume de que la fe «es un regalo extraordinario y extraordinariamente gratuito».
«Todas las guerras son una derrota»
Al final de su catequesis, durante su despedida en italiano, el Papa ha insistido en rezar «por los pueblos que sufren la guerra». «No nos olvidemos de la maltratada Ucrania, pensemos en los pueblos palestino e israelí para que abran la puerta a una paz justa», ha pedido. Y ha lamentado que «se sufra tanto» en la guerra, donde «sufren los niños, los enfermos, los viejos y mueren tantos jóvenes». «La guerra es siempre una derrota, no lo olvidemos», ha sentenciado.
Finalmente ha señalado que el 9 de noviembre «celebraremos la fiesta litúrgica de la dedicación de la basílica de San Juan Letrán». La catedral de Roma cumplirá 1.700 años. «Que este aniversario suscite en todos el deseo de convertirnos en piedras vivas y preciosas empleadas en la construcción de la casa del Señor», ha concluido.