Aquí en la diócesis de Sigüenza-Guadalajara desde hace unos años se han incrementado las celebraciones eucarísticas para conmemorar las devociones religiosas que el pueblo migrado porta consigo. Un signo a través del cual se mantiene un lazo de arraigo con su país y su familia.
Devociones como la Virgen del Quinche (Ecuador), la Virgen de Aparecida (Brasil) o el Señor de los Milagros (Perú), son algunas de las primeras celebraciones que siguieron en la diócesis a la incorporaron del pueblo migrado y han facilitado que mantengan viva la fe y la relación con Dios y su Madre, que caminan siempre con su pueblo. En el último quinquenio pastoral se han sumado otras devociones como resultado de las nuevas comunidades que han llegado a la ciudad, o simplemente porque se ha despertado el interés de celebrar su devoción popular. Entre ellas la Virgen de la Altagracia (República Dominicana), la Virgen de Bisila (Guinea Ecuatorial) y la Virgen de Chiquinquirá o La Chinita (Zulia, Venezuela).
Cada devoción se celebra en diversas parroquias y localidades de la diócesis. Esto da paso a que lleguen a formar parte de la agenda parroquial y diocesana. Este gesto inclusivo es un paso cualitativo muy importante del camino de concienciación que la Iglesia va haciendo en la integración de las personas migradas como un nosotros cada vez más grande. Lo pude contemplar el último domingo de octubre, con la celebración de la bajada de La Chinita. La parroquia de San Pascual Bailón esperaba la celebración, porque sabe que la comunidad venezolana cada año agrega una novedad a la fiesta. Y con mucha alegría manifestaba el cariño comunitario acogiendo al pueblo venezolano, el que forma parte de la parroquia y el que está disperso en otras parroquias del arciprestazgo o de la ciudad. La parroquia estaba de fiesta.
En la Eucaristía había una mezcla de cantos al ritmo de la gaita (típicos de la región de Zulia) junto con cantos populares eucarísticos que la comunidad y el coro intercultural entonaban al unísono, celebrando desde la diversidad al Dios de la vida y a su Madre en la advocación de La Chinita. Al concluir la celebración, en el atrio parroquial se ofrecía un ágape de gastronomía y folclore típico venezolano, a través del cual agradecían el sentirse en casa. Así de sencillo puede ser vivir el Evangelio.