Una guerra es una derrota y esta ya dura un mes
El Patriarcado latino de Jerusalén pide ayuda material para seguir alimentando a la población y espiritual para decir basta
«La guerra es siempre una derrota», dijo Francisco al inicio del conflicto en Tierra Santa. Durante los 30 días que se cumplieron el pasado martes, el Pontífice no ha dejado de implorar la paz. Con fuerza lo recordó el domingo, tras el rezo del ángelus. «Que se recorran todos los caminos posibles para que se evite absolutamente una ampliación del conflicto», que se pueda «socorrer a los heridos» y que se liberen «inmediatamente los rehenes, entre ellos tantos niños». Pensemos en los niños, recalcó. «Así se está matando su futuro». Que se tenga «la fortaleza de decir basta».
Hay que ser fuerte para no dejarse arrastrar por el odio, la violencia y la venganza. Hace un mes, Israel amanecía ante la peor tragedia de sus 75 años de historia. Hace un mes, también, comenzaba el periodo más sangriento de la vida de los 2,3 millones de palestinos que viven en la Franja de Gaza. Desde aquel fatídico 7 de octubre, en el que milicianos del grupo islamista Hamás masacraron a más de 1.400 israelíes —la mayoría civiles— y tomaron más de 240 rehenes, la región vive sumergida en una pesadilla cuya magnitud no alcanza a medirse en números. Más de 9.700 palestinos muertos en Gaza, incluyendo 4.000 niños. Casi 25.000 heridos, sumados a los más de 5.000 en Israel. En torno a un millón y medio de desplazados internos en la Franja y 200.000 en Israel. Son cifras sin precedentes, pero que no expresan lo que sí transmiten las fosas comunes atestadas de cadáveres en la Franja y los contenedores con cuerpos de civiles mutilados que se pudren mientras forenses israelíes aún intentan identificarlos.
Se espera una campaña larga y dura. Los objetivos militares no siempre fijan la mirada en la vida a corto plazo. Sí lo hace la Iglesia. En este caso, entre otros, el Patriarcado latino de Jerusalén. Piden ayuda material para seguir alimentando a la población cercada y espiritual para que esa fortaleza de «decir basta» no sea una entelequia.