La Mesías. Cuando la religión enferma - Alfa y Omega

La Mesías. Cuando la religión enferma

Isidro Catela
Escena de 'La Mesías'
La actriz Lola Dueñas en una escena del capítulo cuarto. Foto: Carla Oset y Sophie Koehler.

Hablaba Ratzinger, con lucidez, de las patologías de la razón (y de la religión). Lo hace Adrien Candiard en un librito luminoso, titulado Fanatismo (Rialp, 2023) y lo hacen los Javis en su nueva y exitosa serie La Mesías (Movistar +). La trillada historia de la caverna platónica tiene forma aquí de familia numerosa, con madre enferma de idolatría y supuesta iluminación divina, y les sirve a los conocidos directores como terapia personal para ajustar cuentas con un pasado oscuro, en el que Javier Ambrossi asegura que no fue feliz y al que solo así, con ficción de por medio, se atreve a volver. Por supuesto los reconocibles fanáticos de la serie cuelgan cruces al cuello, se parecen mucho a los católicos que, en estos casos, siempre viene bien caricaturizar a partir de personajes estrambóticos, enfermos y que tengan algo que ver con el Opus Dei. Una pena, porque el innegable talento de los Javis nos regala una serie que formalmente es una joya, llena de guiños cinéfilos y con una dirección e interpretaciones muy por encima del nivel medio de las series españolas al uso. Su propuesta de redención por medio de la belleza, como si de unas letras de Dostoievski se tratara, conmueve hasta las lágrimas, con momentos que —como han encumbrado las críticas con cierta razón— son ya historia de las series españolas.

Lástima que, en un momento histórico en el que el fanatismo religioso y pagano tiene rostros tan dramáticos y tan reconocibles, aquí, entre nosotros, el chivo expiatorio sea siempre el mismo. «¿Qué responder a un hombre que os dice que prefiere obedecer a Dios antes que a los hombres y que, en consecuencia, está seguro de merecer el cielo degollándote?», se preguntaba Voltaire, sin intuir siquiera que en el siglo XXI sus palabras iban a ser tan actuales. Qué oportunidad perdida esta mesías, este retrato, al fin, de la locura para que cada uno se mire hacia dentro (también los Javis) y se pregunte si él y su ateísmo que no deja de hablar de Dios (o, por supuesto, su religión) están por naturaleza al abrigo del fanatismo que denuncia.