Cómo cubrir el Sínodo «sin citar la narrativa de la revolución ni la de la conservación»
En su libro El futuro de la Iglesia. Diez desafíos para los sínodos que vendrán, Andrea Gagliarducci comparte su experiencia de 15 años cubriendo reuniones de obispos
«Que la Iglesia vaya a cambiar a través del voto y desarrollar así nuevas actitudes me parece una idea un poco cogida por los pelos», opina Andrea Gagliarducci sobre la recientemente clausurada XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo sobre Sinodalidad. Es uno de los vaticanistas de referencia de ACI Stampa y ha cubierto todos los sínodos desde 2008. Ahora cuenta qué espera de las próximas reuniones en El futuro de la Iglesia. Diez desafíos para los sínodos que vendrán, un libro que acaba de publicar con la rama italiana de la editorial Ciudad Nueva.
Gagliarducci pide expectativas modestas y sentido común a la hora de abordar los sínodos. «Como católico sé que no deciden nada, así que no me pongo nervioso esperando decisiones enormes». Se considera «pragmático» y asegura no «creer en revoluciones». Para él, lo realmente «goloso» de cada uno de estos encuentros consiste en «ver cómo sus participantes interactúan entre ellos porque de estas cosas depende el futuro de la Iglesia». «Cómo conoces a alguien muchas veces lleva a futuras decisiones porque las decisiones son muy personales», señala.
«Hay una retórica exagerada sobre la Iglesia»
Al abordar el reciente paso por Roma del Sínodo sobre Sinodalidad, Andrea Gagliarducci ha procurado mantener un perfil bajo «sin citar la narrativa de la revolución ni la de la conservación», las dos grandes tentaciones para un cronista. «Siempre hay una retórica exagerada sobre la Iglesia y es un problema muy grave», diagnostica. Y advierte de que «no es cierto que no debemos preocuparnos por nada, pero tampoco es cierto que debamos preocuparnos por todo».
El periodista lamenta que durante las cuatro semanas de trabajos en el Aula Pablo VI del Vaticano haya existido «una presión mediática enorme porque sobre el Sínodo se ha creado una gran expectativa, como si fuese una organización política». Una pretensión que el Papa refutó innumerables veces, especialmente en la Misa inaugural del 4 de octubre, pero que aun así permanecía. «Aunque se vote, la idea base no es hacer una democracia», advierte Gagliarducci.
Es difícil tener «una visión global»
El vaticanista considera que el retiro de oración en Sacrofono fue útil «para crear un método» entre los miembros del Sínodo, quienes al principio tenían ideas muy diferentes. De hecho, en la presentación de la Síntesis el 28 de octubre, el cardenal Jean-Claude Hollerich confesó que «al inicio algunos obispos no estaban contentos». Rezando juntos resolvieron esta crisis y se construyó la unidad, aunque Gagliarducci matiza que «el nuevo método sinodal también tiene sus problemas».
Por ejemplo, al dividirse todos los participantes en círculos menores y repartirse un subtema del instrumentum laboris, existen mesas que jamás llegaron a abordar alguna de las cuestiones planteadas. «Esto creo un problema porque hace difícil que cualquiera tenga una visión global de lo que sucede», recalca el vaticanista. A lo que añade que, «es difícil lograr una relación de comunión con tu vecino si cambia cada semana».
«El espacio para estar en la Iglesia es enorme»
A Andrea Gagliarducci no le escandalizan ninguno de los temas tratados en el Sínodo, tampoco la posibilidad de bendecir a las parejas LGTB o el diaconado femenino, dos asuntos que apenas se trataron pero que crearon una cobertura paralela entre los periodistas. «En la Iglesia los temas que te pueden llevar al Cisma son muy pocos, poquísimos. Y el espacio para estar en la Iglesia es enorme, siempre ha sido así», considera. Aunque no es teólogo, únicamente subraya como prioridad absoluta «que debemos reconocer que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre y la importancia salvífica de la Eucaristía». «Eso no se puede echar atrás, todo lo demás lo discutiremos», sentencia.
Aun así lamenta que en el Sínodo «se haya hablado demasiado de sociología de la Iglesia». «La Iglesia católica es una cosa muy concreta, una comunidad de personas que se unen para tomar la Eucaristía», considera, por lo que le habría gustado que se hubieran tratado temas menos organizativos. Y advierte del riesgo de «al convertirnos en sociólogos, acabar teniendo un cristianismo sin Cristo». «Somos cristianos y hablamos mucho de la Iglesia y de las estructuras sinodales, ¿pero cuándo hablamos de Jesucristo? El riesgo está ahí», opina.
Con todo, el vaticanista espera con interés la próxima asamblea del Sínodo en 2024, pero sin perder nunca de vista que «lo fascinante de la fe es que en el pueblo más perdido del mundo hay un grupo de personas que, sin saber lo que dice el Papa porque no ven la televisión ni qué opina el obispo porque solo les puede visitar una vez cada diez meses, cada día van a Misa, toman la Eucaristía juntos e intentan vivir una vocación cristiana».