En familia - Alfa y Omega

Como en tantas ocasiones, he ido a Cercedilla a ver a mis antiguos vecinos de Madrid. He llegado sin avisar y antes de quitarme el abrigo ya tenía puesto un plato de comida en la mesa, me habían rodeado de abrazos y, como si el tiempo se hubiese congelado, me he vuelto a sentir como en casa. Fueron muchos años en los que la vecindad era un maravilloso grado de pertenencia. Jugábamos a las chapas, dormíamos en el salón, compartíamos confidencias, tocábamos el acordeón, había puchero para todos. Mi madre trajo al mundo a uno de los muchos hijos que tuvo mi vecina Petri. Aprendimos a llorar, a reír, a saltar, a romper mil trastos, a crecer, a ser comunidad y familia. Esa confianza te capacita para poder entender muchas cosas y también, ¿por qué no?, para poder creer en las personas y en Dios.

Hoy puedes pasarte días y semanas sin ver a un vecino. Vamos corriendo a todos lados y las casas se han convertido, muchas veces, en pequeñas madrigueras donde refugiarnos y escondernos, evitando así un contacto social más cercano. Individualismo lo llaman algunos; indiferencia lo llaman otros. Gracias a Dios no siempre es así y sigue habiendo espacios maravillosos de convivencia, de zapatillas de casa, de puchero compartido y de mesa camilla.

Mi amiga Mari Patxi Ayerra, cuyo recuerdo sigue vivo, también se dio cuenta de esto y, como ella era, plantó en el rellano de su casa una mesa y un silloncito para todo el que pasara, subiera o bajara, con unos bombones, un termo de café y unas flores para alegrar la mirada. El Evangelio va de esto: de hacer familia, de cosas pequeñas, de cafés y de bombones, de puertas abiertas, de subvertir la indiferencia, de sembrar mariposas y jugar a las chapas.

Esta última visita a mis vecinos fue especial. Mariano, el patriarca, había fallecido durante el verano. Su recuerdo flotaba junto con el olor a lentejas y alguna lágrima nos hizo recordar que hay algo eterno en cada momento y que el tiempo tiene lenguajes que se escapan a nuestra comprensión. Reímos, recordamos, miramos alguna foto, hablamos de los hermanos, de los sobrinos, de los nietos, de los biznietos, de los presentes y de los ausentes. Como si nada o como si todo hubiera cambiado. Con el calor del hogar: en familia.