Cómo ser primero y no morir en el intento - Alfa y Omega

Cómo ser primero y no morir en el intento

Domingo de la 31ª semana del tiempo ordinario / Mateo 23, 1-12

Jesús Úbeda Moreno
Cristo predicando de la familia Francken. Yale University Art Gallery (EE. UU.).

Evangelio: Mateo 23, 1-12

En aquel tiempo, habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabí”. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabí”, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Comentario

En el Evangelio de este domingo Jesús pone en alerta a sus discípulos acerca de las interpretaciones prácticas de los preceptos de la ley que hacían las autoridades religiosas de Israel, representadas en los escribas y fariseos. Jesús no se pronuncia sobre el carácter histórico de la tradición ni pone en tela de juicio la autoridad de los escribas para enseñar, sino que la confirma, lo que nos permite comprender el interés de Jesús también por ellos.

El final del Evangelio aporta un factor que nos permite entender la intención educativa de Jesús. En esta ocasión quiere iluminar cómo se puede llegar a ser primero, cómo ser enaltecido. De la misma forma, en otra ocasión, Jesús no censura la aspiración a ser grande, sino que indica cómo llegar a serlo verdaderamente (cf. Mt 20, 26). No hay longitud suficiente de filacterias ni de saludos en las plazas que sea capaz de hacernos experimentar la plenitud que anhela el corazón. No hay suficientes primeros puestos en las mesas de este mundo que sacien la sed de felicidad. Jesús quiere señalar la insatisfacción que se experimenta cuando se vive esperando de las cosas de este mundo la posibilidad de ser el primero. En otra ocasión, Jesús advertirá a los suyos de cuidarse de no practicar su justicia de cara a los hombres porque te puedes perder la verdadera recompensa que viene del Padre (cf. Mt 6, 1). El problema es prescindir de la mirada de Dios para comprender el valor de la vida. La vida de Jesús es justamente la antítesis de dicha posición, porque Él vivía continuamente de cara a Dios. La repetición a modo de estribillo de «uno solo es» revela el contenido de su conciencia, que se manifiesta en sus palabras y obras como cumplimiento y al servicio de la voluntad del Padre. Y es esto lo que nos permite vivir sin necesidad de ser padres, maestros o guías, sino siempre hijos y discípulos, criaturas necesitadas del único Padre, fuente y origen de todo, guiados por Cristo como único pastor y maestro, y a imitación suya, entregando la vida como servicio al designio del Padre en favor de la salvación de todos los hombres. Es así como se puede llegar a ser primero. Solo el que vive con humildad, es decir, que se reconoce criatura en dependencia absoluta de Dios como posibilidad del cumplimiento de la vida, puede ser ensalzado, puede vivir como bienaventurado.