Minneapolis adquiere un Zurbarán perdido
El cuadro del siglo XVII representa al venerable Miguel Jerónimo Carmelo y fue uno de los encargos que recibió el pintor para el convento mercedario de Sevilla. En la obra, que se extravió durante las guerras napoleónicas, se ve al fraile durante su visión mística de la Inmaculada Concepción
El Minneapolis Institute of Art acaba de elevar su colección de arte español con la adquisición de una pintura de Zurbarán recientemente descubierta. El venerable Miguel Jerónimo Carmelo, datado entre 1628 y 1630, fue uno de los dos encargos que el artista recibió para la sala De Profundis, o velatorio, del convento de la Merced Calzada en Sevilla. Durante las guerras napoleónicas en España, estas dos obras se perdieron —al igual que tantas otras— y no fue hasta 1947 cuando una de ellas reapareció en una colección privada española pero, evidentemente, con autoría incierta o cuestionada. En 2010, gracias a un trabajo de autenticación llevado a cabo por Odile Delenda, una de las mayores expertas en Zurbarán, se reconoció como la original pintura perdida del artista sevillano. Pero… ¿cómo es que está ahora en Estados Unidos?
Resulta que sus dueños consiguieron en 2021 los permisos de exportación de la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes Culturales del Ministerio de Cultura. Este permiso les permitió vender la obra a la consultora internacional de arte Warner-Johnson Art Advisory y a los marchantes de Stuart Lochhead Sculpture, quienes posteriormente vendieron el cuadro al fondo de Ruth y John Huss, Nancy y Rolf Engh, Nivin MacMillan y el Fondo John R. Van Derlip, los cuales han hecho posible la adquisición de la obra por la institución americana.
Esta pintura contiene el icónico tema del artista de la vida monástica. Representa, como decíamos, al venerable Carmelo, un fraile mercedario del siglo XVI, originario del Piamonte italiano pero fallecido en Barcelona. Nunca llegó a ser canonizado, pero fue un gran teólogo e incluso vidente. En su oración dialogaba con frecuencia con la Virgen, a la que él mismo llamaba su «esposa mística». Era muy devoto de la Inmaculada. En su libro titulado Conceptione defiende a capa y espada el dogma de la Inmaculada Concepción. Su biografía narra que, mientras trabajaba en este tratado, terminaba de escribir la frase «tota pulchra es, amica mea, et macula non est in te» cuando se le apareció la Inmaculada rodeada de serafines, lo cual le llevó a afirmar que sus propios ojos habían sido testigos de la veracidad de este dogma.
La pintura redescubierta representa al fraile en este preciso momento. Interrumpiendo su escritura gira la cabeza con expresión sobresaltada y dirige la mirada hacia esta aparición mariana representada en miniatura en la parte superior derecha de la composición. A modo de cómic barroco, el autor escribe en diagonal el verso previo a la visión, como si el religioso estuviese pronunciándolo en voz alta y dirigiéndose a la Virgen: «Tota pulchra es, amica mea», es decir, «eres toda hermosa, amiga mía». La frase deriva del Cantar de los Cantares, que Carmelo supuestamente estaba estudiando cuando tuvo esta visión. Las palabras también pertenecen a una oración católica popular sobre la Inmaculada Concepción, que dice: «Toda eres hermosa, María, y la mancha [o pecado] original no está en ti».
Además de la temática del cuadro, otro evidente indicador de la autoría de Zurbarán son las características estilísticas de la pintura, que no dejan lugar a dudas de la originalidad de la obra. La intensa luz proyectada en la rotunda presencia del monje en primer plano desvela las cualidades táctiles de esta gruesa túnica de lana blanca. Un tratamiento exquisito de las telas y de la luz que Zurbarán dominaba con tal maestría que acabó siendo uno de los rasgos más característicos y reconocibles de su trabajo. La pareja de este cuadro, san Serapio, que igualmente se perdió en la guerra de la Independencia, también ha acabado fuera de España. Ha formado parte de distintas colecciones privadas en Inglaterra y más tarde en Norteamérica, donde encontró su nuevo hogar en el Wadsworth Atheneum Museum of Art, en Hartford (Connecticut).