Señor, enséñanos a orar - Alfa y Omega

Señor, enséñanos a orar

Miércoles de la 27ª semana del tiempo ordinario / Lucas 11, 1-4

Carlos Pérez Laporta
Foto: Freepik.

Evangelio: Lucas 11, 1-4

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:

«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo:

«Cuando oréis decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en la tentación”».

Comentario

«Señor, enséñanos a orar». ¿Qué es la oración? «Para mí —dice Santa Teresa del Niño Jesús—, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría». ¿Cómo puede darse ese reconocimiento y amor sea cual sea la circunstancia? ¿Cómo se puede amar y reconocer a Dios, también cuando las cosas van mal?

En ocasiones nos parece que no nos entendemos con Dios, y la oración tiene más la forma de una disputa, de una reclamación a Dios. Eso mismo le ocurre a Jonás, por no comprender la misericordia de Dios (1ªL). Porque, es cierto, los modos de hacer del Señor no están al alcance de nuestra mente y son más anchos que nuestro corazón.

Por eso, los apóstoles piden a Jesús que les enseñe a orar. Porque han visto en Él esa confianza, ese reconocimiento y ese amor a Dios en todo momento. Lo verán definitivamente en la cruz, cuando se abandone a Dios Padre en el momento de máximo dolor y soledad. Porque Jesús sí conocía la misericordia de Dios. Por eso, Jesús les enseña el Padrenuestro. Esto es, nos enseña el contenido de su relación íntima con Dios. Orar con Cristo el Padrenuestro significa vivir con Él esa confianza, ese reconocimiento y ese amor a Dios Padre. Significa saberse siempre en las manos de ese Dios paternal. Quizá sin comprender; sin ver. Quizá rezado como un simple impulso del corazón y una humilde mirada al cielo. Pero con toda la esperanza puesta en Dios.