El Papa enciende a los jóvenes y estos cogen el guante: «Creo que estamos en su corazón»
Francisco y los peregrinos de la JMJ Lisboa 2023 se han entendido perfectamente en un encuentro de mucha Providencia
La Colina del Encuentro es, efectivamente, un promontorio. Hasta allí habían empezado a llegar, muchas horas antes de que el Papa hiciera acto de presencia en la ceremonia de acogida de la JMJ Lisboa 2023, riadas de jóvenes para ir cogiendo sitio en los sectores que se les había asignado. En ascenso, como aquellas gentes que subían en masa a oír a Jesús. Lisboa era este jueves, 4 de agosto, la nueva Galilea.
Todas las calles adyacentes habían sido ya cortadas desde por la mañana, y los controles de acceso del perímetro de seguridad (especialmente amplio), habían empezado a recibir gente ya a las 11:00 horas. Allí, policías revisaban exhaustivamente bolsos y mochilas antes de autorizar el paso. Ya en los jardines centrales habían sido colocados los símbolos de la JMJ, la cruz de los jóvenes y el icono de Nuestra Señora Salus Populi Romani, en un estrado azul, el color de la Inmaculada. En un día soleado pero especialmente ventoso, el anclaje de la cruz había sido especialmente reforzado para no caer.
La espera iba a ser larga, y por eso los jóvenes se habían traído cartas para jugar, descansaban, rezaban el rosario o se dedicaban a conocerse unos a otros, de diferentes países. Un grupo de alemanes lucían una bandera de su país llena de firmas de personas con las que habían charlado. En el centro de la insignia, un «Viva España» bien grande.
A media tarde se van animando. Cada vez falta menos y cualquier movimiento es sospechoso de que pueda ser el Papa. Mientras hablamos con un sacerdote chino que ha venido con un grupo de 28 jóvenes —solo en la diócesis de Milán, nos cuenta, hay tantos sacerdotes como en toda China, 6.000— alguien grita «¡el Papa!» al paso de unos coches oficiales. Todos corren hacia la cinta de plástico que hace las veces de valla, los voluntarios piden refuerzos, los agentes de seguridad toman posiciones… Falsa alarma. El Papa aún tardará en llegar.
Pasadas las 17:00 horas, y ya sí, Francisco hace acto de presencia en el que en realidad se llama Parque Eduardo VII, en medio de la algarabía de los que llevan horas esperándole. Estaba especialmente sonriente hoy en el recorrido que ha hecho por los pasillos habilitados para su papamóvil, descapotable y con un asiento para que fuera más cómodo. Ya lo ha dicho nada más empezar su discurso: «Me alegra verles, me alegra escuchar el simpático alboroto que hacen y poderme contagiar de su alegría».
En una de las zonas por las que ha pasado se encontraban Michaela, Pettar y Felipe, de Suecia. Estaban allí porque no lo estaban enfrente. «No sabíamos si venir aquí o al otro lado…» y lo cierto es que están emocionados por haber estado tan cerca al Pontífice. Pettar comenta que ya lo había visto en Roma en un ocasión, pero ahora es distinto, «hay otra atmósfera, la de los jóvenes».
Dios llama por el nombre
«Nadie estamos aquí por casualidad», les ha trasladado el Papa a los jóvenes al comenzar su discurso. Que se lo digan a Rudolph, indio de Bombay que iba a venir con un grupo de 25 personas en el que solo concedieron un visado para salir, y fue el suyo. Tuvo serias dudas de acudir a la JMJ, «pero por la gracia de Dios tuve el coraje de salir». Y la Providencia no le dejó solo. Encontró una familia que lo acogió e hizo nuevos amigos, como Akash, que también es indio pero vive en Alemania. «Dejé mi vida en sus manos y él me ha cuidado como un niño». Así, dice abiertamente que «mi fe en Dios ha crecido porque Él se me ha hecho presente». El colofón ha sido que ha podido ver muy de cerca al Papa, cuando ha pasado ante ellos en su recorrido al entrar en la Colina. «Llevamos aquí desde las 14:00 horas, no teníamos ni idea de que venía, pero de repente hemos empezado a ver obispos, seguridad… ¡Y el Papa!». Otra «casualidad», como la de los peregrinos suecos.
Y como lo que les ha pasado a los hermanos Santiago y José María, de Argentina, y a su prima Maika. Los hermanos ya lo vieron en Irlanda, en el año 2018, cuando fue a Dublín al Encuentro Mundial de las Familias. «Ahora está muy viejito», observa Santiago, mientras José María cuenta que en aquella ocasión, Francisco le dio la mano. Resulta que el Papa conoce a la abuela de estos tres jóvenes de cuando era arzobispo de Buenos Aires, porque la mujer fue la fundadora de un centro de espiritualidad. Es ella quien les ha regalado (también a otros tres nietos), la peregrinación a la JMJ, que ha venido precedida de otra a Tierra Santa. Lo que significa, y se les nota en los ojos, que vienen «a tope». Por eso Maika, cuando le preguntamos qué está buscando en esta JMJ, es muy sincera: «Estoy esperando saber qué es lo que quiere Jesús para mí». Y también quiere que, cuando regrese a su día a día, no se le olvide lo que aquí está viviendo para que, si hay «desesperanza, volver a la esperanza».
El Papa ya va a hablar. Los jóvenes aplauden mucho, especialmente cuando les señala lo más profundo, el sentido de la vida. El «sentido de lo que somos», les dice, «es que has sido llamado por tu nombre». «Ninguno de nosotros es cristiano por casualidad», y más aplausos, que se redoblan cuando recuerda que «a Jesús, cada uno de nosotros le importamos». Continúa: «Somos amados como somos, sin maquillaje, ¿entienden esto?». Vaya si lo entienden; se entusiasman. «Nos ama con los defectos, las limitaciones y las ganas que tenemos de seguir adelante». Los vítores no cesan.
«¡En la Iglesia hay espacio para todos!», exclama de repente Francisco, y los jóvenes vuelven a responderle con un aplauso y, además, con palabras, ya que el Papa les invita a decir en voz alta, cada uno en su idioma y por tres veces, la palabra «todos». Al igual que les invita a corear «Dios nos ama», fuerte, antes de despedirse con un «gracias, adiós». Vuelve el cántico «esta es la juventud del Papa» y los aplausos.
El primer encuentro masivo con Francisco ha concluido. «Es una persona que cuida de la gente joven», afirma convencida Emma, romana que, a pesar de tenerlo tan cerca, es la primera vez que lo ve. Y su amiga Maria Grazia corrobora: «Creo que estamos en su corazón».