La Iglesia necesita artistas
El Catholic Art Institute de EE. UU. nace con la misión de construir comunidades de artistas católicos a través de programas educativos
«¿La Iglesia necesita arte? ¿El arte necesita de la Iglesia?», se preguntaba san Juan Pablo II en sus reflexiones sobre la estética. La creatividad dedicada a la fe —arquitectura, arte sacro, música…— tienen como objetivo ser imagen del cielo en la tierra y de iluminar a las almas de los fieles. Por tanto, la necesidad de belleza en este ámbito a lo largo de la historia es esencial y la cultura cristiana actual es responsable de darle continuidad.
Hay quien opina que la Iglesia no debería gastar tanto dinero en imaginería artística valiosa, por mucho que la justificación sea la de una catequesis visual o una apelación o promoción de la piedad. Sin embargo, otros podrían rebatir este argumento citando la escena del Evangelio en la que la mujer adúltera rompe un carísimo frasco de perfume de nardo para derramarlo en los pies y cabeza de Jesús. Los fariseos la acusan de despilfarradora en un culto superficial e innecesario, pero Jesús verbaliza su consentimiento y apreciación de tal gesto. El ser humano ha sentido la necesidad de dar culto a Dios con la fabricación y ofrecimiento de tesoros materiales desde tiempos remotos. Primero, porque la creatividad es parte fundamental del carácter y la naturaleza humana, y segundo, porque tras elaborar algo bello con creatividad, el ser humano siente el deseo de darlo a conocer, obsequiarlo o ponerlo al servicio de algo importante.
No hablamos solamente del arte que se percibe con los ojos; la música es otro gran ejemplo de arte puesto al servicio de la fe. ¿Quién no ha preferido ir a una Misa en lugar de otra por el coro o la música? ¿Quién no ha vivido con más fervor un tiempo de adoración gracias a una arquitectura intimidante o unos retablos dorados majestuosos? En realidad es cuestión de gustos estéticos; muchas otras personas prefieren la paz y la quietud que necesitan para rezar en una ermita, en una arquitectura franciscana o en una moderna y minimalista, libre de distracciones. Otros preferirían la misma naturaleza, la obra de arte de Dios por excelencia. Al fin y al cabo, el ser humano necesita de la belleza para su dimensión espiritual, en su particular sensibilidad. Igual que hay quien le gusta la Misa en latin con canto gregoriano y hay a quien le eleva más escuchar Hakuna. En definitiva, cada persona tiene una sensibilidad diferente y, gracias a Dios, nuestra creatividad artística es inmensa y hemos construido un abanico de estilos para elegir. El objetivo siempre va a ser agitar los sentidos para trascender espiritualmente y conectar con Dios.
Por tanto, sí, «la Iglesia necesita del arte» terminaba afirmando el Papa polaco y sí, «el arte necesita de la Iglesia», porque la fe ha sido la motivación de muchos creadores.
Necesitamos, por tanto, que siga floreciendo el arte al servicio de la Iglesia y de la fe. No basta con aferrarnos a lo tradicional y a lo que nos ha llegado en herencia desde la Edad Media. El arte contemporáneo debe seguir avanzando en ser una herramienta que ayude a la piedad de los fieles. La Iglesia necesita artistas. Pero, para ello, estos artistas necesitan un mecenazgo o algún tipo de apoyo para poder prosperar y lograr el impacto que buscan. En Estados Unidos se ha fundado el llamado Catholic Art Institute, una iniciativa sin ánimo de lucro con sedes en Chicago, Nashville y Washington D. C. Su misión es la de implementar, a través de diversos programas educativos, la construcción de comunidades de artistas católicos. Organizan conferencias anuales, talleres y más recursos para la inspiración y elevación de las artes visuales de nuestros días.
El arte evoluciona al ritmo de la cultura universal y esta cultura cambia gracias a las comunidades. Iniciativas como esta fomentan el diálogo y el mutuo apoyo con oportunidades de establecer contactos y trabajar juntos en este proyecto de defender el valor de la belleza y revivir las artes. Gracias a este empoderamiento de artistas a usar sus talentos para glorificar a Dios, se lucha contra la cultura artística más decadente y acaparadora de nuestros días para devolverle su natural belleza, verdad y bondad. El arte y la creatividad humana son un perfecto testigo de que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Por tanto, que no cese el trabajo de los artistas al servicio de la fe, uno de los oficios más divinos que hay.