Como cada primer jueves de mes les traigo una serie de hora de comer, de rato libre o de noche de sábado sin plan. Un lugar liviano, divertido, de capítulo corto, pero con mucho fondo bajo apariencia intrascendente: Curb your enthusiasm, que tienen disponible en HBO Max con el nombre de su protagonista, Larry David.
Las historias de Curb your enthusiasm transcurren en su mayoría en Los Ángeles y nos cuentan la vida de ese ser, Larry David, creador de la exitosa serie Seinfeld, en sus intentos por sobrevivir a la vida de guionista y productor medio retirado, marido, amigo y ser humano, si me apuran. La forma de grabación —cámara en mano— y la actuación de David —improvisada— hacen que la frontera entre realidad y ficción se difumine. Un día a día de ese ser quijotesco que es Larry David, quien zarrapastroso, neurótico, un tanto cretino y miserable, se gana, capítulo a capítulo y a golpe de cascarrabismo, un huequecito en nuestros corazones. Un poco como nos pasa con los gruñones, que en el fondo tienen algo de adorables.
David, sujeto no apto para señoras, madres ni suegras, es ese tipo incapaz de tolerar la más mínima imposición social; que no soporta —no puede— las pequeñas concesiones culturales de nuestro tiempo como, por ejemplo, cantar el cumpleaños feliz, y que es capaz de perder una amistad, de ir a la cárcel y enfrentarse al mundo por defender su punto de vista. Pero Larry David termina siendo ese nosotros pequeñito que, de vez en cuando, aparece imaginariamente sobre nuestros hombros y grita: «¡pero es que el mundo se ha vuelto loco!», llevándose las manos a la cabeza. Porque Larry David, admitámoslo, dice todo eso que nosotros nos callamos por educación, cortesía o, sencillamente, cansancio.
Ese Curb your enthusiasm que tan irónicamente titula la serie bien podría traducirse al castellano como: «oye, no te entusiasmes tanto» o, más coloquial, «¡tío, no te vengas arriba!».