La felicidad también está en un libro
La lectura de buenos libros nos invita a la reflexión, nos hace más empáticos con los problemas de los demás e incluso más comprensivos. Pero sobre todo amplía los horizontes mentales, porque comprobamos que existen otros mundos
La Feria del Libro de Madrid siempre fue un acontecimiento en casa. Recuerdo la ilusión con la que esperaba ese día en el que mi madre me llevaba al parque del Retiro y, además, podía elegir un libro, con suerte dos, entre todos los que ofrecían las casetas. Un auténtico tesoro y una excepción en una familia en la que no cabían muchos extras. Pero junto a los libros había algo que convertía la feria en una actividad mucho más emocionante que el Parque de Atracciones: ese ir y venir entre las casetas sorteando a la gente en medio del calor madrileño mientras intentabas encontrar a tu autor preferido, ponerle cara y, con suerte, conseguir el trofeo preciado de regresar a casa con su firma.
Hasta el próximo 11 de junio, la Feria del Libro de Madrid, al igual que el resto de las que se celebran por España y el resto del mundo, te permite descubrir que la lectura es una de las formas más palpables de tocar la felicidad. Pocos artefactos son capaces de generar tantas emociones como tener un libro entre las manos y, si además es bueno, te permite sintonizar con la verdad y la belleza. Libros que te explotan por dentro según avanzas en su lectura, páginas que te acercan paisajes imaginarios llenos de aventuras o sentimientos que se incrustan en tu interior como bombas lapa emocionales. Nada como la experiencia de descubrir un libro escondido en la estantería que parece que nos estaba esperando desde siempre. Si además se encuentran muy usados y llenos de cicatrices, es como si te transmitieran parte de la vida de los que lo leyeron antes. Y antaño se convertían, además, en la mejor medicina cuando tenías fiebre y no ibas al cole.
El pasado sábado, el Papa Francisco se reunió en Roma con los participantes de un congreso sobre escritores contemporáneos. Les confesaba que a él los libros le habían ayudado a comprenderse a sí mismo y al mundo, pero también a profundizar en el corazón humano, a ahondar en su vida personal de fe e incluso en su tarea pastoral: «La palabra literaria es como una espina en el corazón que te mueve a la contemplación y te pone en camino. La poesía es abierta, te lanza a otro lugar, te ayuda a captar la voz de Dios». Con estas palabras animaba a los escritores y guionistas que lo escuchaban a «poner palabras a todo lo que los seres humanos viven, sienten, sueñan y sufren, creando armonía y belleza. Es una labor evangélica que también nos ayuda a comprender mejor a Dios, como gran poeta de la humanidad». El Papa recuerda con frecuencia esos libros que le han tocado por dentro. Páginas que, como a otros, nos atraparon en tantos momentos de la vida y forman parte de nuestra biografía.
Hay que aplaudir que ferias como la de Madrid sigan siendo acontecimientos que potencian la lectura, pero no olvidemos que las librerías están abiertas todo el año. En ellas descubriremos que la lectura de buenos libros nos invita a la reflexión, nos hace más empáticos con los problemas de los demás e incluso más comprensivos. Pero sobre todo amplía los horizontes mentales, porque comprobamos que existen otros mundos, otras opiniones que nos pueden enriquecer. Cuando sentimos ese flechazo, el amor a la lectura nos acompaña hasta la muerte.