Los 21 mártires coptos son «semilla de unidad»
La Iglesia católica celebrará el 15 de febrero a los 21 mártires coptos decapitados por el Dáesh en Libia en 2015. El reconocimiento, promovido por el Vaticano, fue anunciado por el Papa en un encuentro con Tawadros II
Han pasado ocho años, pero el asesinato salvaje de 21 cristianos coptos a manos del Dáesh en una playa de Libia continúa en el imaginario colectivo, sobre todo, por su crudeza. Aquel 15 de febrero de 2015, los terroristas obligaron a sus rehenes —todos egipcios, a excepción de un ghanés— a ponerse de rodillas. Acto seguido los decapitaron. Habían ido a trabajar a este país y encontraron la muerte. Se llamaban Samuel, Bishoy, Malak, Gaber, Girgis, Mina, Matthew, Tawadros, Milad, Ezzat, Abanub, Maged, Yusuf, Kirollos, Bishoy, Somaily, Hany, Loqa, Esam, Malak Farag y Sameh. Así los recordaremos a partir de ahora.
Su ejecución fue mostrada al mundo con una producción audiovisual digna de una película de Hollywood. Pero aquel vídeo, destinado a sembrar el terror y como ejercicio de propaganda, fue la prueba del martirio de aquellos hombres. Así pudimos ver cómo algunos de ellos dedicaron sus últimas palabras a Jesús. «Señor Jesucristo», leímos en sus labios. Y por eso, poco después de este crimen horrendo, el papa de Alejandría y líder de la Iglesia copta, Tawadros II, los incorporó a la particular lista de santos de esta Iglesia cristiana y celebra su memoria cada 15 de febrero, fecha en la que fueron asesinados. La Iglesia católica también lo acaba de hacer. Estos 21 mártires ya forman parte del Martirologio Romano, tal y como avanzó el Papa Francisco el pasado 10 de mayo, cuando se vio en el Vaticano con Tawadros II, justo en el Día de la Amistad Copto-Católica. Ambas Iglesias comparten muchos santos, pero ninguno posterior al siglo V, cuando se produjo la ruptura entre ambas. Estos serán los primeros. «Los mártires de la Iglesia copta son nuestros. Fueron bautizados no solo en el agua y en el Espíritu, sino también en la sangre, semilla de unidad para todos los seguidores de Cristo», dijo el Pontífice. «Guardaron la fe y dieron testimonio de Cristo, no perdieron el coraje ante la tortura y nos dejaron un ejemplo vivo en el martirio», continuó Tawadros II, que participó en la audiencia general.
El anuncio coincidió, además, con los 50 años de la declaración cristológica que suscribieron el 10 de mayo de 1973 Pablo VI y Shenouda III —por eso el encuentro entre sus sucesores— y es un evidente signo de comunión espiritual entre católicos y coptos; el ecumenismo de sangre del que ha hablado tantas veces Francisco a lo largo de su pontificado. Tawadros II hizo entrega al Papa Francisco de parte de las reliquias de estos testigos y pidió que «sean recordados en el martirologio de todas las Iglesias del mundo». De esta forma se convertirán, continuó, «en modelo y ejemplo contemporáneo para el mundo entero, testimoniando que el nuestro no es un cristianismo histórico del pasado, sino de ayer, de hoy y de siempre».
Paso por la comisión de estudio
La iniciativa, según explicó Alberto Royo, promotor de la fe del Dicasterio para las Causas de los Santos, en la web de este semanario, surgió del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los cristianos, que vio la oportunidad de hacer un gesto ecuménico. Se convocó una comisión para analizar el caso y tras comprobar que existía «odio contra la fe, aceptación y fama de martirio» y no había impedimentos doctrinales, dio una respuesta positiva que fue acogida por el Papa. En el proceso participaron varios dicasterios. No es la primera vez, continuó Royo, que la Iglesia católica incluye en el Martirologio Romano a santos canonizados por las Iglesias ortodoxas. «Hace tiempo se incluyó a san Isaac de Nínive», obispo de la Iglesia asiria, «siguiendo un procedimiento parecido al de ahora, que no es un proceso de canonización», explica.
El acercamiento de la pasada semana y el gesto del Vaticano remiten a la citada declaración de hace 50 años. En ella se decía lo siguiente: «Nos hemos encontrado en el deseo de profundizar las relaciones entre nuestras Iglesias y de encontrar vías concretas para superar los obstáculos en el camino de nuestra cooperación real al servicio de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha dado el ministerio de la reconciliación a fin de reconciliar en mundo con Él».
Hace diez años, en un encuentro con Tawadros II, Francisco se dirigió a él como a un hermano: «Es para mí una gran alegría y un verdadero momento de gracia poder acogeros aquí, junto a la tumba del apóstol Pedro, en recuerdo del histórico encuentro que hace 40 años unió a nuestros predecesores, en un abrazo de paz y fraternidad, tras siglos de separación recíproca». El camino que Pablo VI y Shenouda III emprendieron con una declaración cristológica lo están recorriendo sus sucesores mediante actos concretos de hermandad y cercanía. De hecho, Francisco ha agradecido a Tawadros «la atención fraterna que sigue prestando a la Iglesia católica copta» en Egipto. Ambas están en el Consejo Nacional de Iglesias Cristianas del país.
En su cuenta de Twitter, el Sucesor de Pedro publicó un mensaje en el que resonaba, de algún modo, una petición: «Que la oración de los mártires coptos, unida a la de la Theotokos, siga haciendo que crezca la amistad entre nuestras Iglesias, hasta que llegue el día bendito en el que podamos celebrar juntos en el mismo altar y comulgar el mismo Cuerpo y Sangre del Salvador». El título griego de la Madre de Dios añadía un tono cálido al lenguaje que expresaba el anhelo de comunión en un «día bendito».
Pablo VI y Shenouda III concluyeron aquella declaración de 1973 pidiendo que Dios, «dador de todo nuestro bien, pueda escuchar nuestras plegarias y bendecir nuestros esfuerzos». 50 años después, ese «día bendito» al que se refirió el Santo Padre parece estar un poco más cercano.