Cristo sucede hoy - Alfa y Omega

Cristo sucede hoy

Jueves de la Octava de Pascua / Lucas 24, 35-48

Carlos Pérez Laporta
Comida de Jesús con sus apóstoles. James Tissot. Museo de Brooklyn, Nueva York.

Evangelio: Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:

«Paz a vosotros».

Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y él les dijo:

«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:

«¿Tenéis ahí algo de comer?».

Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:

«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí» Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.

Y le dijo:

«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

Comentario

Desde la Resurrección hablar de Jesús es invocar su presencia viva: «Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y les dice: “Paz a vosotros”». Ya no hablan de alguien del pasado. Cristo sucede hoy. Actúa en la propia vida, particularmente cuando le anunciamos. Y si Él está vivo, si está presente, podemos tener Paz. «Cristo es nuestra paz» (Ef 2, 14). Si Cristo está en medio de nosotros y con nosotros, no tenemos nada que temer. Si Cristo ha vencido a la muerte, podemos creer que ya nada nos separará de Él.

Pero es precisamente necesario creer. No es un sentimiento. Es la fe en Cristo que ha vencido el mundo, cualesquiera que sean sus circunstancias actuales y los sentimientos que nos provoquen. Si creemos en Él podremos tener esa paz que trasciende todo sentimiento. Por eso Jesús, «como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: “¿Tenéis ahí algo de comer?”». La alegría sentida por Cristo era tan fuerte que no podían ni creerlo. En ocasiones, la alegría presente es tan grande que pone entre paréntesis el tiempo y ocupa el lugar de la fe. Pero es necesario que esa alegría se transforme en fe, porque la aparición no es la Resurrección. La aparición es una muestra o un signo de la resurrección. Es lo visible que ayuda a ver lo invisible. Y si se quedan solo en la alegría de la aparición presente, no alcanzarán a poder alegrarse de la resurrección cuando Jesús desaparezca. Es necesario purificar esa alegría de los sentidos para abrir el corazón a la fe en un Cristo cuya figura no pueden ver con los ojos de la carne. Es necesario no absolutizar esa alegría actual de los sentidos, para poder ver siempre a Cristo presente, con los ojos de la fe.