Inger Enkvist: «Sentarse en la calle a gritar no sirve para nada»
La opinión de Inger Enkvist es, quizá, la más respetada hoy en el panorama educativo internacional. Es catedrática en la Universidad sueca de Lund, forma parte del Consejo Sueco de Educación Superior, ha escrito varios libros sobre teoría educativa y es, entre otras cosas, miembro de la Academia Argentina de las Ciencias Morales y Políticas. Pero es que, además, Enkvist ha hecho algo que casi nadie se ha atrevido a hacer: analizar los sistemas y las políticas educativas de numerosos países, señalar sus errores y desmontar los tópicos pedagógicos «que han hecho que hayamos perdido a una generación, que no tiene formación, no sabe comportarse en público, y no distingue el bien del mal»
Hace 40 años, era impensable que un asiático tuviese mejor nivel académico que un europeo. Hoy, los mejores alumnos están en China, Corea, Singapur… Asia ha mejorado poco sus resultados de hace unas décadas, y Europa ha retrocedido. ¿Qué ha pasado?
La educación ha sido un área de trabajo para los utopistas, que despreciaban nuestra sociedad y han intentado cambiarla. Como no podían hacerlo con los adultos, fueron a por la parte más vulnerable: los niños. Y siempre con un discurso equívoco: Queremos a los niños, tienen que divertirse, los contenidos no importan…
¿Por qué no se reaccionó a tiempo, y muchos siguen sin hacerlo?
Porque ese discurso parece inofensivo. Además, ha influido el Estado del bienestar. Mucha gente pensó que íbamos a vivir bien para siempre, sin peligros, y que podíamos permitirnos ser menos severos en la educación, exigir menos esfuerzo y formación a los alumnos. Hay un paralelismo entre una vida menos dura —viviendas más cómodas, coches mejores, podemos viajar…— con querer ser más agradables y menos exigentes en la educación de nuestros hijos.
¿Y qué responsabilidad han tenido en esto los políticos?
Los políticos han dado a los ciudadanos lo que querían. Así, la población estaba agradecida y les votaba, o les votaba porque se sentía amenazada: Si no me votas, puedes perder tu comodidad. Y ahí entraron como una cuña los pedagogos utopistas, que vieron que podían ganarse la vida a costa del contribuyente y, encima, hacer su revolución social con dinero estatal. Se lo han montado muy bien…
Habrá quien diga que eso es sólo una teoría contra esos pedagogos…
Esto no es un invento: ha sucedido en país tras país. Primero en Europa, después en Estados Unidos, y luego en Latinoamérica, que imitó a los países que veían desarrollados y ricos.
Póngame un ejemplo.
Finlandia, hace 30 años, era un país mediano en educación. Hoy es la cabeza de Europa, pero casi con los mismos resultados académicos que antes, y mejorando en pequeños detalles la educación europea promedio de hace unas décadas: mejores libros de texto, hay ayudas a los alumnos con dificultades, eligen con más esmero a los profesores… Han mejorado poco a poco, mientras el resto hemos dejado perder lo que teníamos.
Además de los pedagogos utopistas y de la inacción de familias y políticos, ¿cuáles son las causas educativas de este fracaso?
Nuestros libros de texto tienen menos contenidos, los exámenes son menos exigentes, hemos quitado exámenes, y dejamos que los niños pasen de curso sin saber los contenidos propios de ese curso. Nuestro sistema es una ficción, porque se basa en la edad. En teoría, los profesores deben poder compensar las carencias de un alumno con mucho retraso, pero eso es imposible. Si un alumno tiene 14 años y un nivel académico de 8 años, no hay manera de que pueda aprender, porque no entiende lo que pasa y es imposible que no siga bajando frente a los que van bien en su curso.
¿Y no hay mecanismos para corregir este despropósito?
Hoy, un sistema educativo alternativo no está en el menú, simplemente, no existe. Puede haber escuelas con iniciativas concretas, pero nada más.
¿Qué papel han jugado los profesores en esta debacle europea?
Dejando caer la calidad por la politización de la escuela, hemos alejado a los mejores profesores, a los que estaban dispuestos a hacer un buen trabajo. Suecia ha estado históricamente por encima de Finlandia, y los profesores suecos se formaban en dos materias (digamos, Inglés y Francés) antes de cursar Pedagogía. En 1967, para cuatro plazas de profesor, había 65 solicitantes con dos carreras, más Pedagogía. Ahora, a Pedagogía entran directamente del Bachillerato y es difícil cubrir las plazas de profesores. Eso supone que, sociológica, intelectual y moralmente, los maestros de hoy son muy distintos de los que teníamos cuando nuestro sistema producía mejores resultados.
En España, ahora, se insiste en la formación continua del profesor…
El problema no se soluciona con formación continua. Hay que seleccionar mejor a los profesores. Con la formación, enseñas conocimientos a quien no los sepa, pero si no es buena persona o no sirve para ser profesor, no lo puedes enmendar. Para mejorar la calidad del profesorado hay que quitar volumen a lo pedagógico. Pero si dices esto en voz alta, eres un reaccionario y no sé cuántas cosas más…
Pero habrá que enseñar a enseñar, que eso es la pedagogía, ¿no?
La buena educación, en casa y en la escuela, se hace con adultos excelentes, inteligentes, con buen criterio, que sean coherentes, bien formados…, con gente buena. Si a estas personas les das las posibilidades de educar, harán un buen trabajo y tendrán una influencia positiva en los alumnos. Por eso, hay que ahuyentar a los malos profesores, a los poco formados o a los que siguen malas pedagogías, porque hacen que los buenos maestros no se sientan valorados. Hoy, el sistema va contra los buenos profesores en toda Europa occidental.
Si el sistema educativo se enmienda hoy, afectará a los niños, pero no a los adultos. Entonces, ¿hemos perdido una generación?
Hemos de asumir que tenemos a una generación de adultos jóvenes que no tienen formación, no saben comportarse en público, y no distinguen el bien del mal. Con los niños se trabaja en la escuela, pero con los adultos ha de hacerse con leyes coercitivas y claras, que sean sanciones administrativas, no morales. En Suecia, no hay ayuda al desempleo para menores de 25 años y se ha endurecido la concesión de bajas. Y ha sido útil para corregir el comportamiento de adultos que aprendieron malas costumbres y ahora son víctimas de esa sociedad y, a la vez, sus parásitos.
Las algaradas de Londres, París, el 15M y ahora las de Valencia, ¿tienen que ver con la crisis educativa?
El sistema ha favorecido a los hipercríticos con la sociedad europea, que se apoderaron de la escuela y han enseñado a los jóvenes una idea de los 70: Si protestas en la calle, mejoras la sociedad. A muchos antisistema nadie les ha exigido esfuerzo, mientras les enseñaban que es bueno gritar para conseguir sus objetivos; por eso se comportan como mimados, inconscientes de que vivimos en una época privilegiada y de sus propias limitaciones. Sentarse en la calle a gritar no sirve para nada. Creen que el resto somos ciegos, consumistas, y no entendemos nada. ¿Quieres hacer algo por los demás? Trabaja en un orfanato o ve a un país pobre, y se te quitarán las ganas de gritar sin hacer nada. Estar con los tuyos gritando es como el éxtasis de un concierto de rock: gritas, te sientes mejor y te fundes en la masa, como en los mítines totalitarios. Pero eso es una desviación de la belleza y de la bondad de la vida, que es entenderse hablando con otra persona. Si hace falta sacar a los utopistas hipercríticos de la escuela, es porque destruyen a las personas.