Responsabilidad personal ante la crisis. Todos somos responsables de todos
La crisis ha sacado lo peor de este país, pero también lo mejor. Pequeñas iniciativas, puestas en marcha por aquellos que saben que su mayor misión es construir una sociedad basada en el amor, ponen de manifiesto que, con muchos pocos, se hace un mucho. Una abogada que ayuda a los inmigrantes, un huerto comunitario en Galicia, una mujer que, por e-mail, salvó a una familia, o una recogida de medicamentos, son sólo cuatro ejemplos de tantos que, escondidos, evitan que España se rompa en mil pedazos
«La actividad económica no puede prescindir de la gratuidad. (…) La solidaridad es, en primer lugar, que todos se sientan responsables de todos; por tanto, no se la puede dejar solamente en manos del Estado», escribía Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate. Como siempre, el Santo Padre nos anticipaba la clave: la solución a una crisis como la que nos asola no pasa, únicamente, por quejarse hacia arriba. Tenemos una responsabilidad personal ante el contexto en el que vivimos.
Tampoco hay que dramatizar. No significa que el Estado no sea responsable de lo que ocurre y el ciudadano tenga que sustituir su labor. Pero sí se trata «de una corresponsabilidad, que no reemplaza, pero sí ayuda»: así piensa Alejandra Villaseñor, abogada experta en materia de Extranjería y voluntaria en diversas asociaciones de inmigrantes, donde asesora sobre «cómo obtener la documentación necesaria, los derechos del trabajador»; o, en situaciones más delicadas, orienta a personas con problemas de abusos sexuales, «con los que trato de encontrar una solución al conflicto de forma jurídica».

Quienes, de otro modo, no podrían pagar un abogado que les acompañase y asesorase ante una situación difícil, acuden a solicitar ayuda a Alejandra: «Una vez me encontré con un caso especialmente dramático. Una chica que había llegado a España a través de una red de trata de mujeres, sin saber que su destino era la prostitución y un alto precio a pagar, se escapó y llegó hasta nosotros. Venía sin pasaporte, sin dinero… Un sacerdote amigo mío y yo logramos que consiguiera de nuevo su pasaporte y que encontrara un trabajo». Literalmente, poniendo los talentos al servicio de la comunidad «se puede transformar la vida de una persona», señala la abogada.
«No se trata de sustituir a los trabajadores, ni la responsabilidad de un Estado ante su sociedad -que es quien tiene el mayor nivel de impacto-, pero si todos ponemos un poquito de nuestra parte, contribuimos, sin duda, a mejorar la sociedad que nos rodea. El voluntariado ayuda a la cohesión, sobre todo, ante una situación tan terrible como la que vivimos», afirma. «No somos ajenos a la Humanidad, somos arte y parte de la misma», concluye.
Creatividad al servicio del otro
Parte, y activa, de su comunidad es doña María Lourdes Portela, una parroquiana del concejo de Meira (Moaña), en Pontevedra, que ha dado rienda suelta a su creatividad para ayudar a las más de 40 familias —en un pueblo con un censo de 4.000 personas— que, en los últimos años, han llamado a la puerta de la Cáritas parroquial para pedir ayuda económica y, últimamente, material, sobre todo, alimentos. «Mi marido y yo trabajamos en una finca en la que llevamos muchos años sembrando. Con todo esto de la crisis, decidimos plantar un poquiño más, para poder compartirlo con las familias que no tenían», explica María Lourdes, «pero, claro, nuestro pequeño excedente de alimentos no era suficiente para dar de comer a tantas personas».
Ante esa situación, que cada día empeoraba —ya que Cáritas recibía más peticiones de ayuda—, a María Lourdes se le ocurrió que un solar, que pertenecía a la parroquia y no se estaba utilizando, se podía preparar para que las propias familias pudiesen cultivar los alimentos y, así, formar parte activa de su recuperación. El párroco de Meira, don Manuel, aceptó encantado la idea de ceder ese terreno, y rápidamente se pusieron manos a la obra: «Gracias a Dios, ya está la huerta comunitaria en marcha», cuenta María Lourdes. De hecho, su marido y otros cuatro voluntarios de Cáritas la limpiaron, quemaron la broza, y, en unos días, un labrador preparará la tierra para sembrar. Cáritas parroquial proporcionará a las familias la siembra y, a muchos de ellos, también «¡unas clases sobre cómo sembrar y recoger, porque hay algunas personas que no han sembrado en su vida!» exclama María Lourdes.
«Es muy duro ver a tanta gente que lo pasa mal, que no tiene ni para pagar la casa, ni la luz… Las personas tenemos que estar siempre por delante, proponiendo ideas, porque, ¿ves? Con algo tan sencillo, 40 familias van a poder comer gracias a su propio trabajo», añade.
Un ordenador y mucho tesón
Una tierra para labrar ha sido la herramienta de María Lourdes para poner su granito de arena y mejorar la vida de quienes la rodean. El instrumento de doña María Luisa Sánchez ha sido un ordenador y una lista de correos electrónicos, algo que muchos tenemos a mano cada día y con lo que se pueden hacer «auténticos milagros procedentes de El de arriba, que nos utiliza como instrumentos para el bien si nos dejamos hacer», cuenta María Luisa, quien se define como «una mera intermediaria».
María Luisa conoció la historia de Maite y su familia: ella, enferma de cáncer, con su marido en el paro desde hacía tiempo, dos hijos de 7 y 8 años, y el peligro inmediato de dormir en la calle si no encontraban una solución, o un techo. María Luisa decidió contar la historia a todos sus contactos por correo electrónico, «por la desesperación de no saber a quién recurrir, y pensar que mis conocidos podrían tener alguna idea. Lo bueno fue que ellos reenviaron el mensaje a sus conocidos y así se formó una cadena con un efecto exponencial», explica. «En este caso concreto, el e-mail ha servido, y lo sigue haciendo, para que se transmita a muchísimas personas una necesidad, una situación, una oferta de trabajo, o un deseo de ayuda», continúa.

A razón de un e-mail semanal con el asunto Noticias sobre Maite y su familia, María Luisa explicaba pormenorizadamente la situación de la mujer. Gracias a su perseverancia, muchos siguieron el caso e ingresaron dinero en la cuenta corriente de la familia, y hasta les proporcionaron un techo y muebles para poder salir adelante con dignidad: Gracias a vuestra ayuda, nuestros amigos no están en la calle. Maite y Juan Antonio os están sumamente agradecidos por vuestra ayuda, sobre todo, porque ni siquiera os conocéis. Dios os bendiga a todos. ¿No os habéis dado cuenta de que los milagros —con la ayuda de Dios y de cada uno de nosotros— realmente existen…?, rezaba uno de los correos.
Ante la positiva respuesta, María Luisa continúa siendo una paloma mensajera del siglo XXI: «Hace unas semanas, conocí a una mujer joven que acaba de salir de una situación de maltrato, y ha renunciado a abortar al hijo que viene en camino, a pesar de su situación económica precaria, de estar sin trabajo, y de venir de ese infierno. Pues bien, el reenvío de e-mails entre mis contactos ya ha puesto en marcha a unas cuantas personas dispuestas a ayudarla…».
A través de otros
La caridad fraterna no exige tener una mente brillante. No todo el mundo está llamado a poner en marcha iniciativas de la nada. También se pueden utilizar infraestructuras ya existentes, que necesitan que la sociedad civil ponga un poquito de su parte para fructificar. Es el caso del Banco Farmacéutico, un proyecto que comenzó en 2009 en España —inspirado por el iniciado en 2000 en Italia—, y a través del cual se recogen medicamentos para diversas instituciones en España, que trabajan con los más desfavorecidos, y están escasos de recursos económicos para poder atender a todas las necesidades a las que tienen que hacer frente.
El sistema es muy sencillo. El día de la recogida de medicamentos, que de momento es sólo uno al año, las farmacias asociadas a la campaña —se pueden consultar en su página web: www.bancofarmaceutico.es, aunque, de momento, sólo se hace en Madrid, Barcelona, Tarragona, Gerona y Sabadell— cuentan con la presencia de dos voluntarios que explican a los clientes en qué consiste la recogida y a dónde va dirigida la ayuda. Doña Ana Aliaga, coordinadora de la iniciativa, cuenta que cada farmacia tiene asociada una obra social —también se puede ver en la web qué entidades se benefician de la recogida; entre ellas, se encuentran la Fundación Madrina o las Hermanas de la Caridad de la Asunción— y una lista cerrada de los medicamentos que han solicitado dichas entidades, conocedoras de las demandas de sus usuarios. Los clientes de las farmacias, ese día, compran los medicamentos de la lista, los voluntarios los recogen y luego los entregan a las entidades.
«Hay una carencia real de falta de medicamentos, también en España», no sólo fuera de nuestras fronteras, explica Ana. «Las entidades asistenciales están desbordadas, no pueden ofrecer duchas calientes, lugares para dormir, ropa, comida…, y los medicamentos que necesitan esas personas». Aun así, con la Jornada que tuvo lugar el 11 de febrero, en la que participaron más de 400 voluntarios y 223 farmacias, no se ha cubierto ni el 20% de lo que solicitaron las obras sociales. «No es suficiente una Jornada al año, pero todavía somos jóvenes, no nos conoce mucha gente y tenemos pocos voluntarios», afirma Ana. Hasta el año que viene no habrá otra recogida, pero quien quiera más información, puede ayudar desde ya a esta entidad. Toda la información se puede encontrar en su página web.