La doctrina del descubrimiento «no forma parte de la enseñanza católica»
Los dicasterios para la Cultura y para el Servicio del Desarrollo Humano Integral condenan en una nota «el derecho de extinguir la posesión de tierras de las poblaciones indígenas» por parte de las potencias coloniales
«En el curso de la historia los Papas han condenado los actos de violencia, opresión, injusticia social y esclavitud, entre ellos los cometidos contra las poblaciones indígenas». Así comienza la nota conjunta que han publicado este jueves el Dicasterio para la Cultura y la Educación y el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral con motivo de la llamada doctrina del descubrimiento.
La nota surge en el contexto de unas declaraciones del Papa Francisco en 2021 en una carta a los obispos mexicanos, cuando reconoció que «en diversas ocasiones, tanto mis antecesores como yo mismo, hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización».
En este mismo sentido, la nota de ambos dicterios señala que «muchos cristianos han cometido actos de maldad contra las poblaciones indígenas, por los cuales los Papas recientes han pedido perdón en numerosas ocasiones».
La Iglesia revisa de este modo la llamada doctrina del descubrimiento, un concepto defendido por las potencias coloniales desde el siglo XVI según el cual el descubrimiento de tierras por parte de los colonos «concedía el derecho exclusivo de extinguir, mediante la compra o la conquista, el título o la posesión de dichas tierras por parte de las poblaciones indígenas», dice la nota, que menciona asimismo que este supuesto derecho, según algunos estudiosos, se basaba «en diversos documentos papales» de finales del siglo XV.
Ahora, el Vaticano reconoce que la doctrina del descubrimiento «no forma parte de la enseñanza de la Iglesia católica», pues «la investigación histórica demuestra claramente que los documentos papales en cuestión, escritos en un período histórico específico y relacionados a cuestiones políticas, nunca han sido considerados expresiones de la fe católica».
La depredación de tierras que avalaba la doctrina del descubrimiento sigue viva en nuestros días, como denuncia el Papa en Querida Amazonia: «La codicia por la tierra está en la raíz de los conflictos que conducen al etnocidio, así como al asesinato y la criminalización de los movimientos sociales y de sus dirigentes».
En su exhortación, Francisco defiende que la custodia de las tierras indígenas es hoy «una obligación de los estados nacionales y de sus respectivos gobiernos», pues «buena parte» de estos territorios carecen de una demarcación que blinde su protección, «y los ya demarcados están siendo invadidos por frentes extractivos como la minería y la extracción forestal, por los grandes proyectos de infraestructura, por los cultivos ilícitos y por los latifundios que promueven el monocultivo y la ganadería extensiva».
Al mismo tiempo, la Iglesia reconoce ahora que estas bulas papales «no reflejaban adecuadamente la igual dignidad y los derechos de los pueblos indígenas», hasta el punto de haber sido «manipuladas para fines políticos por las potencias coloniales para justificar actos inmorales contra las poblaciones indígenas, realizados algunas veces sin oposición de las autoridades eclesiásticas».
De ahí que la nota considere que «es justo reconocer estos errores, los terribles efectos de las políticas de asimilación y el dolor experimentado por las poblaciones indígenas, así como pedir perdón».
Ambos dicterios concluyen señalando que «la Iglesia católica repudia los conceptos que no reconocen los derechos humanos intrínsecos de los pueblos indígenas», como el de la doctrina del descubrimiento. Y recuerdan que ya en 1537 el Papa Pablo III escribió que «los indios, y todas las gentes que en el futuro los cristianos llegasen a conocer, aunque vivan fuera de la fe cristiana, pueden usar, poseer y gozar libre y lícitamente de su libertad y del dominio de sus propiedades, y no deben ser reducidos a servidumbre», afirmando así que «todo lo que se hubiese hecho de otro modo es nulo y sin valor».