Cardenal Ouellet: «Si un sacerdote está absorbido por la gestión, ¿cuándo va rezar o escuchar a la gente?»
El exprefecto del Dicasterio para los Obispos visita la Universidad San Dámaso para hablar sobre el pontificado del Papa Francisco y sus implicaciones en la formación del clero
Ha venido a la Universidad San Dámaso a hablar sobre teología fundamental del sacerdocio. ¿Hay alguna novedad teológica o pastoral en la comprensión de este sacramento en la actualidad?
La novedad consiste precisamente en incluir en la consideración del sacerdocio dos sacramentos: en primer lugar, el sacramento del Bautismo y después el sacramento del Orden. La reflexión del simposio Por una teología fundamental del sacerdocio, organizado por la Congregación para los Obispos en febrero de 2022, muestra la relación interna entre el sacerdocio de los ministros ordenados y el sacerdocio común de los fieles. Esto es muy importante para el futuro de una Iglesia que quiere ser sinodal.
¿Esta reflexión es una respuesta a la crisis de vocaciones consagradas? ¿A una mayor valoración de la aportación que pueden hacer los laicos al gobierno de la Curia? ¿A ambas?
La integración de los laicos no es, en primer lugar, una respuesta a la falta de vocaciones, sino una verdadera valoración de lo que los laicos y los religiosos pueden aportar a la Iglesia en virtud de sus carismas y de su experiencia. Espero que el ejemplo dado por el Papa se traduzca en las parroquias por una mayor participación de los laicos y del pueblo de Dios en el camino de la Iglesia, mediante una fructificación de los dones que el Espíritu difunde entre los fieles para ponerlos al servicio de la Iglesia. Así sucede ya en la práctica.
Usted tiene mucha experiencia como rector de varios seminarios. ¿Cómo es el sacerdote que saldrá de este proceso de cambio?
La formación de los seminaristas debe hacerse no solo con sacerdotes, sino con equipos que integren a laicos y mujeres para verificar y afinar las capacidades relacionales de los candidatos. Las cualidades humanas y la madurez afectiva son muy importantes, además de la formación espiritual, intelectual y pastoral. Un sacerdote es un hombre de relaciones, llamado a comportarse de manera respetuosa con los demás, escuchando sus necesidades reales y consciente del valor de una relación pastoral. Además, para desempeñar plenamente su papel en la sociedad actual, es importante que los sacerdotes puedan delegar tareas administrativas en laicos competentes para concentrarse en su propia función espiritual y pastoral. Si está absorbido por la gestión, ¿cómo puede encontrar tiempo para rezar, para escuchar a la gente, para discernir vocaciones? El seminario no puede dar de antemano competencias que se aprenden en el trabajo, pero puede inculcar una mentalidad de formación permanente.
¿Y los obispos? Usted ha estado al frente del Dicasterio para los Obispos durante los últimos doce años. ¿Ha habido un cambio sustancial en el perfil del obispo que necesita la Iglesia en este momento?
A la luz del testimonio del propio Papa, me parece que los obispos de hoy deben ser hombres pacientes, capaces de escuchar y comunicar sus convicciones más profundas. La calidad de la comunicación es esencial para transmitir la verdad del Evangelio y sus valores con sencillez y competencia. Además de una doctrina sólida, se necesitan habilidades interpersonales y de comunicación al servicio de la unidad en el liderazgo del pueblo de Dios.
El exprefecto del Dicasterio para los Obispos conoce al Papa Francisco desde hace tiempo. Cuando era arzobispo de Quebec le invitó a pronunciar una conferencia en el Congreso Eucarístico Internacional celebrado en la ciudad canadiense en 2008, donde hizo «una hermosa catequesis sobre la Iglesia, muy bien acogida por los fieles», recuerda.
Hoy valora la figura de Francisco como «una autoridad moral y espiritual que responde a una gran necesidad de la humanidad». En un contexto marcado «por tensiones internacionales y por una polarización excesiva en muchos círculos, incluso en la Iglesia», el Pontífice «ha adquirido esta figura paterna por la prioridad que ha dado a los pobres, por su lucha por una economía más justa, por su compromiso al servicio de la paz».
Además, el Papa «constantemente apela a la conciencia de la humanidad contra la indiferencia y la injusticia, y llama a la solidaridad por la responsabilidad de la humanidad hacia la casa común. Y trabaja de manera muy valiente por el diálogo interreligioso, que es actualmente una condición fundamental para la paz en el mundo».
Por todo ello, además de «la conversión misionera y sinodal de la Iglesia», para el cardenal Ouellet el de Francisco es «un pontificado reformador de gran alcance que quedará en la memoria de la Iglesia y del mundo como una bendición».