Los obispos uruguayos priorizan «la formación afectiva»
La visita a los seminarios españoles encargada por el Papa concluyó con éxito el pasado 3 de marzo, pocos días antes de la celebración del Día del Seminario
Los obispos uruguayos enviados por el Papa Francisco a los seminarios españoles para conocer la puesta en marcha de la Ratio fundamentalis —el plan de formación del Vaticano para los seminarios de todo el mundo— y su versión española, a la que se le puso el nombre de Formar pastores misioneros, han vuelto a su país de origen «con una imagen muy positiva del documento español y de cómo se está implantando progresivamente en cada diócesis». Así lo asegura Jesús Vidal, presidente de la Subcomisión Episcopal de Seminarios, que fue uno de los encargados de recibir a Arturo Eduardo Fajardo y Milton Luis Tróccoli el pasado 11 de enero. De hecho, casi dos meses después, el pasado viernes 3 de marzo, los dos visitadores apostólicos regresaron a su país de origen con el documento español subrayado entre sus pertenencias. «Nos decían que hay muchísimos elementos que ellos van a poder implementar en Uruguay de cara al desarrollo de su plan nacional para los seminarios», confiesa Vidal, también obispo auxiliar de Madrid y administrador apostólico de Alcalá de Henares.
Junto con el documento, Fajardo y Tróccoli se llevan de España una interesante visión de conjunto. No en vano han visitado 55 casas de formación por todo el territorio nacional. Un periplo que si bien «no les ha permitido profundizar en cada uno de los seminarios», sí ha sido una oportunidad para «adquirir una visión global que seguro que será muy luminosa para la Santa Sede y, por tanto, para nosotros», confía el presidente de la subcomisión.
En cualquier caso, no se esperan noticias pronto. Los prelados uruguayos ya avisaron antes de su marcha de que el trabajo había sido muy intenso y que necesitaban tiempo para procesar toda la información, poner en común sus conclusiones y elaborar su informe para el Dicasterio para el Clero, que es el organismo vaticano a través del que se ha organizado la visita. Posteriormente, se espera que este pueda informar a la Iglesia española, que prefiere no generar ninguna expectativa al respecto. «Tenemos una disposición de apertura a lo que nos puedan decir», concluye Jesús Vidal, que cree que alguien de fuera puede percatarse mejor de ciertos elementos que uno mismo quizá ha pasado por alto al convivir con ellos de forma cotidiana.
Uno de los últimos seminarios por el que pasaron los visitadores fue el de la diócesis de Coria-Cáceres, que recibió la visita de Arturo Eduardo Fajardo los días 28 de febrero y 1 de marzo. Desde allí, el actual presidente de la Conferencia Episcopal de Uruguay —que no ha querido hacer ninguna declaración mediática, al igual que el obispo Tróccoli, a su paso por España—, dio pistas sobre alguno de los principales asuntos que se estaban tratando durante las visitas. «En este momento —según Fajardo—, por el tipo de generaciones que están llegando, por las dificultades que hay, por los problemas que a veces vienen de las familias, yo creo que la formación humano-afectiva es la clave, la base sobre la que construir la formación intelectual, pastoral y espiritual», aseguró a las puertas del centro formativo. En este sentido, el documento Formar pastores misioneros «aporta elementos muy importantes», alabó el prelado.
A la luz de las palabras del obispo iberoamericano, el nuevo plan de formación con el que cuenta el seminario de la diócesis no deja de ser profético. Cuando Roberto Rubio fue nombrado rector en septiembre introdujo algunos cambios. Uno de los conceptos clave fue el de la apertura. «Creo que es necesario abrir el seminario al exterior y, por supuesto, preparar a los futuros sacerdotes para lo que se van a encontrar cuando salgan de aquí», explica a Alfa y Omega.
Este nuevo planteamiento ha llevado al centro a abrir sus puertas a numerosos encuentros que antes se celebraban extramuros y también a sacar a los seminaristas a la calle para que vayan conociendo la realidad de la diócesis. «Se trata de salir a los caminos y estar con la gente». Ahora, por ejemplo, de cara al Día del Seminario, que se celebra el 19 de marzo con el lema Levántate y ponte en camino, «hemos decidido trasladar la celebración a las parroquias». En vez de convocar a la gente en el seminario, es el seminario el que acude a la gente. «Queremos visitar todos los templos de la diócesis», detalla Rubio.
Según el rector, todas estas cuestiones interesaron mucho al visitador apostólico, pero «lo que más le llamó la atención fueron los nuevos talleres formativos», entre los que destaca uno de cocina, que, más allá de lo que pueda parecer, también está ligado al concepto de apertura. Cuando los cinco seminaristas con los que hoy cuenta la diócesis terminen su etapa de formación, según el rector, tendrán una vida totalmente entregada a la misión, con muchísima actividad. «Lo normal es que tengan varios encargos o parroquias entre manos». Una realidad a la que se ven abocados ante la falta de vocaciones que padece la Iglesia local y también la nacional. Ante estas circunstancias, el trabajo de cada sacerdote se multiplica y «eso, muchas veces, lleva al descuido personal». El rector no se refiere solo a la salud, sino al tema de la alimentación. «Al final, por no tener tiempo o conocimientos, terminas comiendo lo que tienes o lo más fácil, que en ambos casos suele ser un plato precocinado». Y esto, según Rubio, se trata de «una alimentación malísima». Además, «saber cocinar te puede ayudar en la evangelización, por ejemplo montando un taller similar en la parroquia», concluye.
De cara al Día del Seminario 2023 —que se celebra en san José— la Comisión Episcopal para el Clero y Seminarios ha elegido como lema Levántate y ponte en camino, que es «una de las expresiones más repetidas en la Escritura», subrayan los obispos de la CEE, al mismo tiempo que advierten que cuando uno ha de levantarse es porque se ha caído. Sin embargo, no se trata de un estado permanente. «La caída no es definitiva», porque «hemos sido perdonados». Y con el perdón se «activa en nosotros el querer agradar a Dios, el querer lo mismo y el rechazar lo mismo» que Él, «que es lo propio de la amistad verdadera».
Una vez en pie, «los creyentes estamos llamados a recorrer un camino», a «llevar adelante la peregrinación de la fe», lo que implica «fortalecer los vínculos de amistad con aquel que, previamente, ha querido llamarnos amigos porque nos ha dado a conocer todo lo suyo». También supone «dejar de lado la comodidad de una vida quizá más segura», afirman los prelados, que concluyen presentando como modelos a san Pablo y a san Ignacio de Loyola, que nos enseñan a entender «que no podemos vivir nuestra fe aisladamente, con el individualismo propio de nuestra época», y que «la vocación siempre tendrá como horizonte el servicio».