Ungido - Alfa y Omega

Ungido

Fiesta del Bautismo del Señor

Aurelio García Macías

Con la fiesta del Bautismo del Señor concluye el tiempo de Navidad y el primer gran ciclo del año litúrgico dedicado a la Encarnación y Manifestación de Jesucristo. Finaliza también el tiempo de la infancia y vida oculta de Jesús en Nazaret, y se inaugura su ministerio público y mesiánico, en el que revela a través de sus gestos y palabras la voluntad de Dios Padre para todos los hombres.

En muchas de nuestras iglesias contamos con alguna imagen del Bautismo del Señor, especialmente en algunos baptisterios, junto a la pila bautismal. Se representa minuciosamente la descripción del relato evangélico de este domingo hasta en los mínimos detalles: Jesús en el río Jordán, Juan derrama agua sobre la cabeza de Jesús, la paloma baja del cielo y la nube difunde la voz del Padre. A través de esta conocida imagen plástica se expresa un misterio de fe referido al Señor y a nosotros mismos.

El Hijo amado

Jesús viene de Galilea para ponerse en la larga fila de los pecadores, que esperaban recibir el bautismo de conversión de manos del profeta Juan. El pueblo estaba en expectación y esperaba ya la aparición del Mesías. El bautismo de Jesús es la preparación última de la larga espera para la era mesiánica. Por eso se describe este relato como una magna teofanía trinitaria.

El Hijo, Jesús, está rodeado por el agua que purifica el pecado de los pecadores. Es un signo de humildad y comunión con los más desechados de la tierra. El Espíritu «bajó sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma». El mismo Espíritu que aleteaba en la creación aparece al inicio de la nueva creación, inaugurada por Cristo. El mismo Espíritu que dirigía a los profetas va a dirigir el ministerio de Jesús; como más tarde dirigirá los comienzos de la Iglesia. Jesús es ungido por el Espíritu para poder llevar a cumplimiento la misión encomendada por el Padre. El Padre se manifiesta por medio de «una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco”». La voz del Padre manifiesta y revela a toda la creación la verdad de Jesús. Hasta ahora han sido los pastores, los Magos… quienes han manifestado la identidad divina de Jesús. Ahora es Dios mismo, Dios Padre, quien revela de modo solemne que Jesús es el Hijo amado, el predilecto, el querido.

Los evangelios sinópticos acuden a una cita del profeta Isaías para definir a Jesús, pero transformándola. La profecía de Isaías dice: «He aquí mi Siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma. He puesto mi Espíritu sobre Él». Sin embargo, los evangelistas sustituyen el término Siervo por Hijo para subrayar y definir el carácter filial de Jesús respecto al Padre. Jesús es Siervo e Hijo, ungido por el Espíritu Santo, para ser enviado a inaugurar la misión mesiánica en favor del pueblo. Es ungido por el Espíritu para ser enviado a los hombres.

¿Qué día fuiste bautizado?

Jesús Resucitado insta a sus discípulos: «Id por todos los pueblos y bautizad…». Y los discípulos comienzan a predicar la Buena Noticia del Evangelio, provocando la conversión de los pecadores y bautizando en el nombre del Señor. Por las aguas purificadoras del Bautismo los hombres somos renacidos a la vida de Dios; somos injertados en la viña de Cristo para recibir la savia de la vida divina; somos incorporados al Cuerpo de la Iglesia como miembros vivos; somos asociados a esta gran corriente de gracia que nos conduce a través de la historia hasta Dios. Posteriormente somos ungidos también por el Santo Espíritu en la Confirmación para ser enviados, como Cristo, a prolongar su misma misión salvífica a favor de toda la humanidad. Finalmente somos alimentados en la Eucaristía con el Cuerpo y la Sangre del Señor para configurarnos a Él, para convertirnos en aquello mismo que comemos.

La fiesta del Bautismo del Señor es un día especial para recordar y dar gracias por nuestro Bautismo. (¿Qué día fuiste bautizado?). Por el Bautismo somos hijos de Dios llamados a vivir como tales. Ahí comenzó nuestra gran vocación cristiana, que hoy se concreta en la misión particular de cada uno. ¡Que el Espíritu nos ayude y fortalezca a valorar nuestra vocación bautismal!

Evangelio / Lucas 3, 15-16. 21-22

Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego».

Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».