Verona se llena de cartas a Julieta
Un grupo de voluntarias responden desde la cuna de Romeo y Julieta a las miles de cartas de enamorados de todo el mundo que se lamentan ante amores imposibles por cuestiones de casta, raza o religión. Algunas historias acaban en boda
Las mujeres risueñas que vemos en la foto son las secretarias de Julieta. Podemos encontrar a estas románticas empedernidas en una de las adoquinadas calles de Verona, la ciudad italiana donde hace cuatro siglos se fraguó la tragedia de amor contada por William Shakespeare. Desde allí responden a mano y de forma personalizada a las miles de cartas de enamorados que cada año llegan desde todas las partes del mundo. O, mejor dicho, de enamoradas, porque la mayor parte están escritas por mujeres. «Solemos hablar más de nosotras y de nuestros sentimientos, aunque también hay hombres», explica Veronica Mesaroli, una de las voluntarias del Club de Julieta. Esta bella tradición epistolar se remonta a 1935, cuando Ettore Solimani, uno de los empleados del Ayuntamiento de Verona, leyó la primera misiva de la que se tiene constancia. Conmovido por las palabras dirigidas a la amante de Romeo, Solimani se decidió a responder. Casi nueve décadas más tarde, en un mundo esencialmente tecnológico, marcado por las prisas y los mensajes instantáneos, la carta continúa siendo el vehículo privilegiado para transmitir las emociones.
«El ejercicio de poner por escrito los sentimientos es en sí mismo una terapia. Las cartas confían secretos íntimos, son como confesiones», relata Giovanna Tamassia, una de las más veteranas en este oficio de dar aliento al mal de amores. Claro, hay cartas más difíciles que otras. Algunas describen las injusticias provocadas por leyes políticas que separan a la sociedad por castas o por razones de raza o de religión. «Hasta hace 15 años nos llegaban de Estados Unidos muchas historias de amor imposibles porque él era blanco y ella negra o viceversa, y las familias se oponían a que estuvieran juntos. También he leído historias desgarradoras de las castas en India», recuerda.
No siempre es un buen momento para contestar. Tienen que esperar la inspiración: «No lo puedes hacer siempre. Hay una dosis muy importante de empatía», detalla Tamassia. Para ella, lo más bonito de su tarea es ayudar a que las historias tengan un final feliz. De hecho, en no pocas ocasiones, hasta el Club de Julieta han llegado invitaciones de boda. Cada año reciben cerca de 50.000 cartas y responden a una media de 12.000. «Muchas llegan sin remitente», lamenta. Una de las cartas que le ha marcado estaba escrita por una periodista de Suecia que vivía en Sudáfrica durante el periodo del apartheid, en los años 90. «Se acabó enamorando de un prisionero político negro. Tenían todo en contra. Su familia, que le decía a ella se había enamorado de la causa y no de la persona, los obstáculos sociales y políticos del momento… Pero después de 30 años siguen juntos y viven en una Sudáfrica libre con sus dos hijos café con leche», explica Mesaroli.
Son historias que hacen creer que el amor lo vence todo. «Julieta es el símbolo del coraje, de ir contra las convenciones por amor; era una joven muy valiente que inspira a luchar por el amor verdadero», añade. Con todo, Tamassia deja claro que no son psicólogas: «Escriben al mito, pero no saben realmente quién responderá». Por eso, más que consejos de amor, en realidad, lo que más necesitan los que acuden a Julieta es un apoyo a quien confesar sus secretos más íntimos. De hecho, la tradición ha transformado a Julieta en una especie de santa del amor, venerada con devoción por todos los enamorados. «Shakespeare se inspiró en una leyenda de Verona. No hay un certificado de nacimiento de Romeo y Julieta, pero hay una tradición viva. La gente cree en el ideal y eso a veces es más grande que la propia realidad», incide.
Mientras, hordas de turistas visitan cada día la casa de la familia Capuleto, a pocos metros del Club de Julieta, en la que el autor inglés ambientó la escena más famosa de su obra. Asomada al balcón, la dulce Julieta pronunció: «Mi amor es tan profundo como el mar». Mientras, Romeo le juraba que las alas del amor que sentía por ella podrían superar todas las barreras que los separaban. Con muchos menos lirismo, hoy los visitantes hacen fila para fotografiarse con una mano en la estatua de Julieta, esperando poder encontrar así el amor verdadero.