300 migrantes van a por trabajo a esta parroquia los martes
Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Madrid recibe cada vez a más personas que buscan una oportunidad laboral. Desde que se inició el proyecto, hace más de 20 años, ha facilitado 8.000 empleos
El reloj no marca todavía las 9:00 horas y la parroquia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón ya está llena hasta los topes. Los improvisados feligreses proceden de diversos países, tantos como embajadas y consulados rodean el templo, situado en la capital. En concreto, la mayoría han llegado de Iberoamérica y encarnan la complicada situación que atraviesa esta región. «Vienen en busca de una vida mejor, huyendo de la violencia, la corrupción o el hambre», explica el sacerdote Paco Blanco, provincial de los Misioneros del Sagrado Corazón y vicario parroquial. Él conoce bien la región. Ha pasado allí como misionero más de 30 años, «en la diócesis de un tal Bergoglio», bromea en conversación con este semanario. También ha estado en la vecina Paraguay.
Desde el ambón, Blanco se encarga de la acogida. Habla a los migrantes de dignidad y de trabajo, que es el motivo por el que todos ellos están allí. También de Dios, «porque esto es una parroquia católica». Les invita a rezar el padrenuestro. «Danos hoy nuestro pan de cada día», dicen, a coro. «Más que un trozo de pan, aquí lo que tratamos de darles es un trabajo», puntualiza el sacerdote, al mismo tiempo que pide que no le pongamos medallas que él no merece. «Esto es un labor de sor Pilar y de un grupo de laicos colaboradores», se despide.
Sor Pilar, religiosa de las Adoratrices de la Sangre de Cristo, comenzó el proyecto hace más de dos décadas. «Me llamó el párroco de entonces para que pusiese en marcha una iniciativa con migrantes», rememora. Con el paso de los años, sin embargo, en vez de languidecer, la iniciativa ha crecido de forma desmesurada. De hecho, «en las últimas semanas ha sido una auténtica avalancha». Más de 300 personas cada día. «Nunca habíamos atendido a tanta gente», reconoce la monja, que además de ser la responsable, es también la encargada de organizar la atención a través de un sorteo. Antes se repartían citas para la entrevista personal por riguroso orden de llegada, pero esto dio pie a pequeñas corruptelas: «Había incluso quien dormía al raso para asegurarse un buen puesto». Con el sorteo todo esto se acabó. Los seleccionados pasan a una segunda fase, las entrevistas, que se celebran los miércoles. La religiosa les habla en ellas de responsabilidad, de honestidad, de trabajo. Por último, entrega tantos empleos como le han ofrecido a ella. Los misioneros calculan que ha dado trabajo a más de 8.000 personas en total. En su mayoría son para el servicio doméstico, tanto interno como externo, de la colonia de chalets en la que está integrada la parroquia. Pero no solo.
La hondureña Rosita Espinal es una de las beneficiarias. Llegó a nuestro país en el año 2011 y a las dos semanas de aterrizar ya tenía trabajo gracias a la religiosa. Estuvo empleada dos años en una casa, hasta que la mujer a la que cuidaba falleció. Entonces, volvió a pedir trabajo a la adoratriz y le consiguió otro, en el que próximamente cumplirá una década. «Le debo muchísimo. Es como mi segunda madre. Ahora quizá la primera, porque mi madre ya murió. Precisamente, con el trabajo que conseguí gracias a sor Pilar pude atenderla mejor en los últimos años de su vida», explica.
También con los contratantes
La cantidad de gente colocada por la religiosa sorprende más aún si cabe a la luz de la tasa del paro, que en España es del 13 %. ¿Cuál es el secreto? «Ninguno. Las familias me llaman y me cuentan qué necesitan. Unos piden a una persona para cuidar a un familiar, otros a alguien para que limpie la casa…». Sea una cosa u otra, siempre hace venir a la parte contratante: «Me reúno con ellos y les dejo muy claras las cosas. Yo soy quien pone las normas de justicia social. Pacto el sueldo, los días de libranza…». Una de las condiciones es que libren el domingo y los jueves.
Este último día, la monja vuelve a recibir a las empleadas en la parroquia y las va formando, tanto espiritual como humanamente, una labor que realiza junto con un grupo de voluntarias. Se llaman Pilar, Elena, Mercedes, Amparo y Susana, esta última de 78 años, que colabora con la religiosa desde que se quedó viuda, hace ya once. «Los martes y los miércoles me levanto a las 6:00 horas para poder llegar a tiempo y así ayudar a todas estas personas que vienen en busca de trabajo», revela Susana. Ella es la encargada de coger el teléfono y apuntar los primeros datos de los solicitantes. También dan formación: una de las voluntarias imparte un curso sobre geriatría; otra, el de primeros auxilios, y una tercera da clases de inglés.
Tras 20 años trabajando gracias a sor Pilar, la hondureña Rosita Espinal quería devolver algo de lo recibido. Vio la oportunidad a través de una asociación que se estaba formando entre las migrantes que acudían a la parroquia y la nombraron presidenta. «Se trata de aportar nuestro granito de arena para que todas las personas se sientan acogidas», explica. La entidad organiza actos de ocio y cultura, como bailes regionales, meriendas «o el santo de sor Pilar».