El Papa abraza a las víctimas del este del Congo: «No hay palabras, solo llorar»
«Solo el perdón abre las puertas al mañana, porque abre las puertas a una justicia nueva que, sin olvidar, rompe el círculo vicioso de la venganza», ha asegurado Francisco ante las delegaciones del este del país
Perdón fue la palabra que más se oyó en el encuentro del Papa Francisco con las víctimas de la guerra en el este del país, este miércoles, segundo día de su visita. «Yo y los demás niños hemos perdonado», aseguró Ladislav, de 16 años. «Mi padre fue asesinado en mi presencia», y «pude ver cómo lo cortaban en pedazos». Luego «secuestraron a mi mamá», que «no ha regresado hasta hoy». Cuando sus palabras se entrecortaban, la mano de un sacerdote en su hombro lo ayudaba a continuar.
Kambale, de 13 años, ha perdonado «a los verdugos que me secuestraron durante nueve meses». Incluso ha pedido a Dios «que toque el corazón de los torturadores para que liberen a otros niños que siguen en la jungla».
En cambio Bijoux, ha pedido a Cristo «que me perdone por haber condenado en mi corazón a estos hombres, que me perdone a mí y a mis violadores». Aquellos que un día, al ir a buscar agua con 17 años, «nos llevaron al bosque». El comandante «me violaba varias veces al día durante horas», a lo largo de 19 meses.
Cuando logró escapar, estaba embarazada de gemelas, dos pequeñas que han campado a sus anchas durante el acto. Para salir adelante y criar a sus hijas, «las parroquias siguen siendo nuestros lugares de ayuda». También la presencia del Pontífice «nos asegura que toda la Iglesia nos toma en serio».
Carne humana de comida
Un sacerdote de Bunia ha leído el testimonio de Desiré, que fue testigo del ataque hace justo un año a un campo de refugiados en Ituri, donde murieron 63 personas. Varias supervivientes estaban presentes, con los brazos mutilados. La misma Desiré desapareció después de haber preparado un texto en el que pedía perdón por «la sangre injustamente derramada».
Melda, de Bukavu, fue esclava sexual tres meses cuando tenía 16 años. «Cada día entre cinco y diez hombres abusaban de cada una. Nos hicieron comer la carne de los hombres asesinados». Después de recibir atención sanitaria y acompañamiento humano, «a través de la mediación de la Iglesia» pudo «asumir y aceptar» lo ocurrido. «Hoy vivo como una mujer realizada». El acto se ha celebrado en la Nunciatura Apostólica. Después de hablar, cada uno depositaba a los pies de «la cruz de Cristo vencedor» los instrumentos de su sufrimiento: cuchillos, machetes, hachas, una esterilla y ropa militar.
Llamada a la conversión
«No hay palabras; solo llorar, permaneciendo en silencio», aseguró un Pontífice que se confesó «impresionado». «Vuestras lágrimas son mis lágrimas, vuestro dolor es mi dolor». También él quiso pedir perdón a Dios «por la violencia del hombre contra el hombre. Padre, ten piedad de nosotros. Consuela a las víctimas y a los que sufren. Convierte los corazones de los que cometen crueles atrocidades», y «abre los ojos de los que los cierran».
Inclinado ante su sufrimiento, «quisiera pedirles a todos que se comporten como nos habéis sugerido vosotros, testigos valerosos, que tenéis la fuerza de desarmar el corazón». Este paso «no quiere decir dejar de indignarse frente al mal y denunciarlo, ¡es un deber!». «Condeno», ha subrayado él mismo, «la violencia armada, las masacres, los abusos, la destrucción y la ocupación de las aldeas, el saqueo de campos y ganado», y también la explotación sangrienta e ilegal de la riqueza». Es el factor principal del conflicto, que se entremezcla con otros como las diferencias étnicas, las luchas por la tierra, la debilidad de las instituciones y la «blasfemia» de agredir «en nombre de un dios falso». Haciéndose eco de los obispos del país, que alertan del riesgo de balcanización, ha advertido sobre los intentos de «fragmentarlo para poderlo controlar».
Por todo ello, ha lanzado un «vehemente llamamiento a todas las personas, a todas las entidades que manejan los hilos de la guerra»: «Ustedes se están enriqueciendo por medio de la explotación ilegal de los bienes de este país y el sacrificio cruento de víctimas inocentes». Y los ha exhortado a «escuchar el grito de su sangre, presten atención a la voz de Dios, que los llama a la conversión, y escuchen la voz de su conciencia».
«El vecino es mi hermano»
«Y nosotros, ¿qué podemos hacer?», se ha preguntado dirigiéndose a las víctimas presentes y al resto de la población. En primer lugar, decir «no a la violencia» precisamente por amor al propio país, sin «ceder ante los que incitan al uso de la fuerza». También «no» a justificarla en nombre de Dios. Se debe asimismo rechazar la resignación y la desconfianza ante el otro. «Un futuro nuevo llegará si el otro, sea tutsi o hutu, ya no es un adversario o un enemigo, sino un hermano». «Jirani ni ndugu», ha añadido en suajili, «el vecino es un hermano».
Pero estos «noes» solo son posibles con dos «síes». En primer lugar, «sí a la reconciliación». Lo iban a expresar minutos después rezando en torno a la cruz, a cuyos pies estaban los instrumentos de tortura. «Todo esto es más poderoso que el mal porque transforma la realidad desde dentro en vez de destruirla desde fuera», ha asegurado.
«También la cruz era un instrumento de dolor y de muerte, pero atravesado por su amor, se convirtió en instrumento universal de reconciliación» y árbol de la vida. Del mismo modo, las víctimas pueden ser árboles de vida como la palmera, que «recibe piedras y entrega dátiles». En este sentido el Santo Padre ha señalado que «solo el perdón abre las puertas al mañana, porque abre las puertas a una justicia nueva que, sin olvidar, rompe el círculo vicioso de la venganza».
Regar con esperanza
La otra condición necesaria para rechazar la violencia es decir «sí a la esperanza». Esta es el «agua que hace fecundo» el árbol de la reconciliación. «Esta esperanza tiene una fuente y esta fuente tiene un nombre, que quiero proclamar aquí con ustedes: ¡Jesús!». Lo es para «quien ha sufrido el mal e, incluso, para quien lo ha cometido».
A cada uno de los presentes, Francisco les ha dicho «estoy con vosotros, quisiera llevaros la caricia de Dios», para el cual cada uno es valioso y amado. «No se ha olvidado de vosotros, ¡pero que también los hombres se acuerden!». Y se ha despedido bendiciéndolos en nombre del «Dios de la esperanza que cree en ustedes».
El Papa Francisco ha pedido este miércoles desde Kinsasa que los medios de comunicación den más espacio a la República Democrática del Congo (RDC) y a toda África para que «se conozcan los pueblos, las culturas, los sufrimientos y las esperanzas de este joven continente del futuro», informa EFE.
En su segundo día de visita al país, ha recibido en la nunciatura a una representación de las organizaciones que se ocupan de caridad en este país, donde existe una de las mayores crisis de hambre del mundo y con conflictos armados y desplazamientos generalizados de su población que duran ya más de 25 años, según un informe del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas.
En todo el país, 5,7 millones de personas han abandonado sus hogares y perdido sus medios de subsistencia y se prevé que 26,4 millones de personas sufrirán inseguridad alimentaria aguda entre enero y junio de 2023, mientras se calcula que 2,8 millones de niños sufren malnutrición aguda en la actualidad.
El Papa ha alabado que, en sus discursos, los representantes de las organizaciones caritativas no le refirieron simplemente los problemas sociales o enumeraron muchos datos sobre la pobreza, «sino que sobre todo hablaron de los pobres con cariño».
«Hoy, mientras tantos los descartan, ustedes los abrazan; mientras que el mundo los explota, ustedes los promueven. La promoción contra la explotación, este es el bosque que crece mientras que la deforestación del descarte hace estragos violentamente», ha añadido Francisco al recibir, entre otros, a los representantes del centro Dream de la Comunidad de Sant’Egidio que se ocupa de enfermos de Sida.
Y agregó: «Yo quisiera darle voz a lo que ustedes hacen, favorecer el crecimiento y la esperanza en la República Democrática del Congo y en este continente. He venido aquí animado por el deseo de dar voz a quien no la tiene».
«Cuánto quisiera que los medios de comunicación social dieran más espacio a este país y a toda África; que se conozcan los pueblos, las culturas, los sufrimientos y las esperanzas de este joven continente del futuro. Se descubrirán inmensos talentos e historias de verdadera grandeza humana y cristiana; historias nacidas en un clima auténtico, que conoce bien el respeto por los más pequeños, por los ancianos y por la creación», ha explicado.